SELVIN CARPIO
Algunos historiadores han coincidido en que el rey Leopoldo I estaba interesado en que Bélgica, tras su independencia de losPaíses Bajos, se posicionara en el mundo como un imperio colonial al igual que otras naciones europeas.
Lo cierto es que, en su aventura exploradora, arribó a Centroamérica en 1842 un barco enviado por el monarca y al observar las riquezas naturales de la costa de Izabal, se demostró tal interés que decidieron establecerse en Santo Tomás de Castilla. Rafael Carrera y Turcios, entonces presidente del Estado de Guatemala, les concedió dicha región a perpetuidad a cambio de que la Compañía de Colonización Belga pagara dieciséis mil pesos anuales a Guatemala.
La concesión, además del pago traía aparejadas otras condicionantes, como el hecho de que los colonos debían convertirse al catolicismo y adoptar la ciudadanía guatemalteca, así como proporcionar dos mil fusiles al Gobierno y construir puentes sobre el río Motagua y bahía de Amatique, entre otras obras de infraestructura.
En 1843 arribaron a tierras guatemaltecas los primeros colonos belgas.
Por lo que concretadas las condiciones entre ambos gobiernos, en 1843 arribaron a tierras guatemaltecas los primeros colonos belgas. Según el autor Antonio Palomo, a lo largo de 1843 y 1844 hubo nueve arribos de embarcaciones provenientes del puerto de Amberes, trayendo consigo colonos con provisiones, herramientas, semillas, casas desarmadas, una pequeña capilla, un pequeño tren de vapor y todo lo necesario para la subsistencia de la colonia.
En ese mismo año la población colonial belga llegó a estar conformada por setecientas sesenta y siete personas, entre los cuales habían carpinteros, herreros, carniceros, labradores, farmacéuticos, religiosos, un arquitecto y dos médicos.
Sin embargo, las condiciones inhóspitas del área empezaron a mermar rápidamente la salud de los colonos, y fallecieron por decenas en pocos meses. De los sobrevivientes, cerca de un centenar regresó a Bélgica, una cantidad similar incursionó al interior del país para establecerse en otras condiciones y los pocos que carecían de recursos, al verse abandonados a su suerte por la Compañía Belga de Colonización, no les quedó otra opción que subsistir junto a los pobladores originarios de la región y sus precariedades.
Para 1850, la colonia había fracasado, las obras de infraestructura acordadas no se construyeron y el Gobierno de Guatemala le restó interés al acontecimiento ya que estaba más interesado en los nuevos proyectos que Alemania estaba introduciendo en el área de Alta Verapaz. Perviven en el área de Izabal como testigos de aquella colonia, descendientes con apellidos como Esmenhaud, Vandestadt, Aerens, Vanderberghe, Guise, entre otros, como única herencia de sus antepasados colonos.