La tradición familiar antigüeña de la realización de moldes empezó hace un siglo con los bisabuelos de Rolando Ortiz. Sus tíos le enseñaron y él a su vez lo ha heredado a sus hijos, sobrinos y nietos.
Ante la creatividad demostrada en cada alfombra, muchas personas del interior y exterior del país cada vez más le preguntaban si los vendía; así fue como en la década de los ochenta surgió la fabricación y venta de todos los materiales.
A la fecha, 21 personas le colaboran entre su familia y sus amigos. Trabajan 10 meses y descansan abril, mayo y junio, a partir de julio empiezan de nuevo para mantener la provisión anual de los moldes que son de diferentes tamaños y formas. Ortiz los dibuja a mano alzada en el cartón chip, luego los recorta y da forma con las gubias, formones y mazos.
Comenta que entre todos se distribuyen las labores, unos llenan los moldes, limpian, miden, otros ciernen (el fondo de las alfombras es lo primero que se hace).
“Me siento muy bien y contento de este trabajo, de esta experiencia. En la iglesia de San Francisco, por ejemplo, ya llevo 53 años ininterrumpidamente de elaborar la alfombra, que nos brinda momentos bonitos con la familia”, asevera Ortiz.
Aprendizaje y distribución
Aparte de la venta de los moldes, también imparten talleres en los cuales enseñan la técnica de combinar colores o degradados, entre otros temas. Asimismo, distribuyen anilinas y kits para elaboración de alfombra
pequeña en la casa.
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Ortiz narra que una vez la Municipalidad de Belice, Belice compró anilina y moldes para regalar a las familias que elaboraran sus alfombras. “El alcalde de Santa Ana, El Salvador, nos compra todo a nosotros y se lo proporcina a la gente que gusta de esta tradición”, puntualizó.
Datos curiosos
Fueron los primeros que usaron coladores domésticos para esparcir el aserrín en las alfombras.
A lo largo de los años, llevan elaboradas aproximadamente 300 alfombras.