miércoles , 27 noviembre 2024
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Más de dos siglos de historia

Un recorrido por la Feria de Jocotenango

Miguel Álvarez y Dirección del Centro Histórico

“¡Bendito sea el que inventó las ferias! Eso de reunirse en un estrecho espacio de terreno un número de bípedos racionales y de cuadrúpedos irracionales cuatro o cinco veces mayor del que podría contener cómodamente; asolearse, tragar polvo, exponerse uno a que lo estrujen, empujen y atropellen”, escribió José Milla y Vidaurre en Cuadros de Costumbres, en 1865 para referirse a la Feria de Jocotenango, un párrafo que si se lee hoy en día se haría muy familiar a quienes han ido un 15 de agosto a la feria, fecha en que se celebra a la Virgen de la Asunción y es feriado en la capital.

Otro autor que menciona esta celebración es José Martí, quien describió lo siguiente: “En los días de la feria, todo Guatemala está en Jocotenango. Se vive en las calles durante tres días. Los mozos montan sus mejores caballos. Las mujeres exhiben sus tesoros, se estrenan carruajes y se gasta locamente el dinero. Las familias ricas, para ver pasar sin molestarse a ese museo viviente, y para dejar o admirar sus trajes y joyas, alquilan las casas pobres de los dos lados de la calle (hoy avenida Simeón Cañas) y es allí junto a la puerta que se come el salcocho, se saborea el chojín, se destapa el espumoso Borgoña o el célebre Johnnisberg. Francia hace muy buenos negocios con esos vinos”, esta descripción también corresponde a la década de 1870.

Y es que este espacio de recreación ha sufrido varias transformaciones a lo largo de los siglos. Caballos tirando de carruajes, mujeres vistiendo sus mejores galas con largos vestidos, guantes y sombrillas, mientras que los caballeros, pulcros trajes con sombreros de época, usaban la avenida Simeón Cañas para recrearse, luego de que Jocotenango dejó de ser un pueblo de indígenas y pasó a ser un lugar de ocio para las clases medias y altas de la sociedad guatemalteca a finales del siglo XIX.

La celebración de la feria ha tenido siempre dos contextos, uno religioso y otro social, ya que se celebra a la Virgen de la Asunción desde hace siglos. Se tiene registro de que desde la Colonia la población tenía sus rituales en torno a la imagen, que han ido evolucionando con el tiempo, mezclando la cosmovisión de los indígenas de Jocotenango que vivia en Santiago de los Caballeros, con las tradiciones impuestas por el Gobierno y la Iglesia de la época.

En el libro Jocotenango, de la colección Guatemala, que fue trabajado por la Dirección del Centro Histórico de Municipalidad de Guatemala, que se publicó en agosto de 2022, se encuentran muchos datos acerca de esta celebración.

Por ejemplo, que la referencia más antigua que se tiene de una celebración de la feria en honor de la Virgen de la Asunción data de 1620. El 10 de agosto de 1882 se publicó un Acuerdo Gubernativo, el cual indicaba que la feria de Jocotenango continuaba en la antigua plaza donde se ubicaba el poblado. Ya que “el 6 de septiembre de 1879 se emitió el decreto 241 de supresión del pueblo de Jocotenango, el que no obtuvo la categoría de municipio, sino que fue anexado a la ciudad de Guatemala como un cantón. Dejó de ser un pueblo de indígenas para convertirse en un espacio de ocio para la sociedad liberal en los cánones de la modernidad”, explicó el historiador Mauricio Chaulón en su ciclo de conferencias Jocotenango en la Nueva Guatemala de la Asunción.

En la página 175 del citado texto, el cronista Ramón Salazar explica que llegaban muchos “mercaderes y negociantes de las repúblicas vecinas y de los departamentos para comprar y vender ropas, ganados, frutos y algunas chucherías”. Agrega que los campos se inundaban de reses vacunas, que comerciantes salvadoreños vendían chales de seda, cigarros puros de Cojutepeque y peinetas de carey con incrustaciones de oro, entre otras cosas, por lo que concluyen que la feria era sumamente conocida en Centroamérica y, por supuesto, también en el país, ya que mercadería de Quetzaltenango, como manzanas, nueces y ponchos; de Totonicapán vendían sillas e implementos de barro; de Rabinal, jícaras y chinchines, y así un sinfín de productos que eran promocionados en las calles de la ahora zona 2.

El gobierno de José María Reyna Barrios vio el potencial económico que tenía, y por eso “otorgó mejoras a la gran calzada del hipódromo, motivando por un lado la mayor participación de sus habitantes y promoviendo transacciones comerciales generadas alrededor de esta. Así pasó de ser un festejo religioso para transformarse en una orden de celebración citadina en torno a las carreras de caballos”, fue por eso que, desde 1885, el Gobierno pasó a tener la administración del hipódromo y surgió otra feria en mayo, que se cree era por el inicio de la época lluviosa, importante para la siembra en el país, la de Jocotenango en agosto y más adelante el gobierno de Manuel Estrada Cabrera organizó las Minervalias.

Ya en el siglo XX se incorporaron a la feria nuevas atracciones, como los juegos mecánicos de origen europeo. En el libro mencionado anteriormente se consigna una nota del Diario de Centro América del 19 de agosto de 1901, en la que se lee: “La rueda de los caballitos hizo las delicias de los niños, y el pueblo, ese noble trabajador y amigo de correr la verbena cuando tiene dinero, se divirtió bastante con los acróbatas, el palo volador, el juego de los cuchillos, los globos, los fuegos de artificio y los toritos de pólvora”.

En 1902 ya se empiezan a citar la gastronomía y los dulces típicos. Entre los platillos mencionados se encuentra el pepián, los chiles rellenos y los tayuyos. Mientras que rosarios de rapaduras, alborotos eran parte de los confites.

Termina la opulencia


En 1919 ya abundaba el licor (ventas de aguardiente) y la música de acordeón y guitarra. En una nota del mismo matutino, del 13 de agosto del año indicado, se consigna: “La feria murió por un cúmulo de causas concordantes: nacionalizados los terrenos del pueblo de Jocotenango y convertidos en propiedades particulares, las construcciones urbanas acabaron de estrechar el campo destinado a los ganados de exportación. Fallecida pues la fiesta popular, muerta la feria y agonizante la divierta por falta de juegos de azar, la feria agostina quedó reducida a la compraventa de camuesas y chanchacas, lo que francamente no halaga para llegarse al antiguo pueblo de la Asunción de la Virgen”.

En 1921 el mandatario Carlos Herrera decidió mover la feria para septiembre y el nuevo lugar sería los campos del Tívoli, por celebrarse el centenario de la Independencia, pero debido a protestas al año siguiente volvió a su mes y lugar tradicional.

Llegó la Revolución


Con los gobiernos de Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz se impulsó nuevamente la feria, mezclando lo popular con lo didáctico. Tomaron decisiones como prohibir los juegos de azar y promover los salones de baile, conciertos de marimba, jazz estilo big band y orquestas de mambo, danzón y chachachá, entre otros.

Gracias a estos cambios, las personas volvieron a interesarse nuevamente en la feria, dando lugar a esa mezcla de diversión sin dejar de lado las tradiciones religiosas como las procesiones y los novenarios. Desde esta época se tiene conocimiento de la serenata a la Virgen, que se realiza el 14 de agosto, actividad que ha perdurado hasta la actualidad, junto a la quema de pirotecnia.

En los años 80 se iniciaba una semana antes del 15 de agosto, y las ventas ya llegaban al límite del Periférico y la calle Martí; algunas ventas ya se instalaban en el parque Jocotenango.

¿Y qué pasó en pandemia?


Debido al Covid-19 no pudo instalarse ningún tipo de juegos o ventas en los alrededores de la iglesia, pero la Municipalidad de Guatemala junto a vendedores y vecinos organizaron una feria virtual en la que por medio de las redes sociales se ofrecían los productos que posteriormente eran enviados por servicio a domicilio. Y es así como llegó 2024 y la Feria de Jocotenango termina el 18 de agosto. Su gastronomía y diversión le esperan para seguir escribiendo la historia de una de las fiestas más importantes de la ciudad.

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