El negro y morado, tonos que prevalecen en las procesiones de Semana Santa, simbolizan el duelo, conversión y penitencia durante una de las celebraciones más importantes de la fe católica y que recrea la vida, pasión, muerte y resurrección del Hijo de Dios.
Dichas tonalidades, por ejemplo, son utilizadas por los cucuruchos que cargan en hombros a las veneradas imágenes que avanzan a paso lento por las calles y avenidas de la ciudad capital y en el interior del territorio nacional.
“Para un católico, estas son expresiones externas, pero también de un proceso interno de conversión y de una mejor vida dentro del evangelio”, afirma el padre Manuel Abac, presbítero de la rectoría de Santa Catalina.
El color oscuro también se descubre en las túnicas de los nazarenos, sepultados y en los capirotes de los penitentes. Mientras que el Viernes Santo se usa en una liturgia especial el rojo, que simboliza la muerte de Cristo.
Obras de arte y olor propio
Los citados matices, junto con otros, también están presentes en las alfombras de aserrín que son propias de Guatemala y que son decoradas con figuras como cruces, coronas de espinas, rostros de las distintas imágenes y con las siglas JHS (Jesucristo, Hombre y Señor).
Estas obras de arte efímeras, que se ganaron la admiración del papa Juan Pablo II, son una ofrenda a las veneradas advocaciones. Las alfombras “reconocen la dignidad de quien pasa sobre ellas y, por lo tanto, no permiten que toque el suelo”, explica el párroco.
En esta importante expresión de fe y esperanza no puede faltar el incienso que se quema en braseros, que son llevados por devotos delante de los cortejos. En la antigüedad, esta mezcla de sustancias resinosas se utilizaba para anunciar que alguien importante llegaba a la ciudad.
“Ahora, se ha trasladado al ámbito religioso para hacer ver la presencia de Dios y por eso la Iglesia Católica lo implementa en todo el mundo en este tipo de celebraciones”, agrega el sacerdote.
Lo que no se ve en otro lugar del orbe durante las celebraciones de la Semana Mayor es el perfume del corozo que, en el país, marca el inicio de la Cuaresma y, también, se maneja en las alfombras junto con otras plantas aromáticas como el pino.