El 13 de marzo de 2020, el presidente Alejandro Giammattei anunció el primer caso de Covid-19 en Guatemala. Se trató de un joven de 27 años que retornó al país luego de un viaje a Madrid, España, con escala en Bogotá y San Salvador. Dos años después, la pandemia continúa, así como los esfuerzos del Gobierno para combatirla.
Llanto de impotencia
La primera vez que Amalia Sánchez, enfermera del Hospital San Juan de Dios, lloró durante sus 30 años de ejercer la profesión fue el día en que vio morir a un paciente de Covid-19.
“Ahora las cosas han mejorado mucho. Con la vacuna todo esto bajó. La enfermedad sigue, pero la gente ya no se está muriendo como al inicio. Antes no encontrábamos cómo ayudarlos”, recuerda con una voz a punto de quebrarse.
Ella fue de las primeras enfermeras en atender a pacientes. El trabajo lo realizó de marzo a diciembre de 2020. Actualmente, desempeña sus labores en la Consulta Externa de Adultos, en el área de Oftalmología.
“El primer caso que llegó al hospital fue un Miércoles Santo. El paciente se salvó, pero luego vino la tormenta. Fue una experiencia muy dura, se nos morían de 15 a 20 diarios durante la mañana, tarde y noche”, recuerda.
A dos años del primer caso, las cosas han cambiado porque los salubristas están vacunados. “Estamos más tranquilos; ya no es tan estresante y ya sabemos cómo actuar y atender”, concluye.
“Con la vacuna todo esto bajó. La enfermedad sigue, pero la gente ya no se está muriendo como al inicio.” Amalia Sánchez Enfermera San Juan de Dios
Dolor por el compañero caído
Perder a compañeros de trabajo, con quienes luchaba codo a codo en la primera línea contra el Covid-19, es una de las cosas más duras que le ha tocado vivir al médico radiólogo y actual subdirector técnico del Hospital General San Juan de Dios (HGSD), José Alfaro.
“En lo profesional, el fallecimiento de muchos compañeros de trabajo era lo que más impactaba”, dijo, tras recordar que en los inicios de la pandemia laboraba en el departamento de radiología del citado nosocomio. En el lugar se hacían exámenes de rayos X del tórax a los enfermos, para ver el daño que había causado el virus en los pulmones.
Asegura que trabajar en áreas aisladas “fue y sigue siendo un desgaste físico y emocional”; entre otras cosas, por el uso de trajes especiales, caretas y mascarillas.
Actualmente, la lucha contra la pandemia continúa; sin embargo, en comparación con el primer año están más adaptados, puesto que “ya conocemos la enfermedad, estamos más capacitados, y estar vacunados nos da cierto grado de protección y seguridad”, concluye.
En lo profesional, el fallecimiento de muchos compañeros de trabajo era lo que más impactaba.” José Alfaro Hospital San Juan de Dios
Entre el deber y el temor
Mynor Barrientos ingresó a trabajar en el Departamento de Transportes del hospital justo en el momento que la pandemia puso un pie en el país.
Le correspondió transportar en ambulancias a pacientes que ya no podían ser atendidos en el San Juan de Dios. Los llevaba al Hospital Temporal del Parque de la Industria o al Hospital de Villa Nueva.
Además, se ocupaba del traslado a la morgue, pero si no eran identificados, los llevaba al Cementerio la Verbena.
“Trabajábamos con mucho temor de ser contagiados. No se podía descansar porque había bastante trabajo”, cuenta parado cerca de una ambulancia y bajo la sombra, por la intensidad del sol del mediodía.
“Ahora ha bajado bastante la mortandad. No es como antes, que había 20 traslados diarios; ahora son uno, dos y, a veces, no hay”, cuenta. Luego rememora que en uno de esos viajes se murió un paciente que llevaba con ventilación artificial.
“Fue alrededor de las 10 de la noche, por el kilómetro 20 de la ruta al Pacífico. La doctora me dijo que parara porque había fallecido. Nos quedamos sentados, con la cabeza baja. Fue una experiencia muy triste”, finaliza.
“Trabajábamos con mucho temor de ser contagiados. No se podía descansar porque había bastante trabajo.” Mynor Barrientos Coordinador de Transportes
