Liza Cofiño de Fernández siempre sintió admiración por la medicina, por ser una disciplina “muy sacrificada” y, por ello, no lo pensó dos veces cuando se dio la oportunidad de apoyar a los doctores de los hospitales nacionales que buscaban aislarse de sus familias, para no contagiarlos de Covid-19.
“Pero, ahora”, al verlos arriesgar su vida en medio de la pandemia, la “admiración es increíble y muy grande”, dice esta Guatemalteca extraordinaria, Directora Ejecutiva de la Fundación Infantil Ronald McDonald, quien nació en la ciudad de Guatemala el 9 marzo de 1964, siendo la tercera de cinco hermanos, uno de ellos ya fallecido.
Una experiencia personal trágica vivida hace 19 años hizo que cuatro años después creara, con el apoyo de su familia, la Fundación, la cual forma parte de una red global que tiene más de 45 años de existir.
Estando embarazada de su cuarto hijo se enteró que el niño venía con problemas de salud y decidió irse a Estados Unidos para que naciera allá. El bebé estuvo cuatro semanas en el intensivo, pero falleció.
La pérdida de su hijo le provocó “una tristeza muy grande”. Fue entonces cuando su mamá le dijo: “Quizá sea momento de traer la Fundación, porque eso te va ayudar a que sanes”.
Así construye las Casas Ronald McDonald, para ofrecer hospedaje y alimentación, sin costo, a niños y familiares que los acompañan a recibir tratamiento.
“Viví la situación de las madres que vienen aquí (casas McDonald). Sé lo que es dejar en casa familia por la salud de uno de los hijos”, reflexiona. De acuerdo con la entrevistada, estadísticas del Hospital Roosevelt refieren que el 45% de los niños que llega a recibir atención médica abandona el tratamiento porque no tiene dónde alojarse ni dinero para financiar su estadía.
Las tres casas construidas por la Fundación, que suman 78 dormitorios, dan hospedaje a los menores que son referidos por trabajadoras sociales de 17 centros de referencia de la ciudad.
Permanecen de dos a ocho días, “pero hay menores que están hasta tres meses seguidos”. Un “30% tiene cáncer”, lamenta.
Una mano amiga
Cuando surgió la pandemia las tres casas Ronald McDonald se quedaron vacías, porque los hospitales cancelaron las citas.
Fue entonces que tuvo la idea, junto con su equipo de trabajo, de apoyar a los galenos que buscan alejarse de sus familias para no contagiarlos. “El 5 de abril fue el primer día que vinieron los doctores” a la casa ubicada cerca del Hospital Roosevelt, recuerda.
“Actualmente, tenemos hospedados a 40 médicos, pero han rotado unos 70. No se cobra, se les lava la ropa, se les ofrece los tres tiempos de comida, celebramos los cumpleaños y apoyamos con transporte a quienes lo requieren”, puntualiza.
El hogar cuenta con televisores, computadoras y wifi; áreas verdes, comedor, cocina y espacios para hacer ejercicio. Además, los doctores tienen la compañía de una perra Golden Retriever, de 10 años, llamada Anauk, que en esquimal significa amigo.
Cofiño de Fernández reflexiona sobre lo duro que es para los médicos la jornada laboral en estos tiempos, porque ven a guatemaltecos morir solos, sin ver y despedirse de sus familiares. Tal vez los doctores son el único consuelo que tienen.
Por ello, tratan que cuando los médicos descansan se “sientan consentidos, que piensen en otra cosa”, y se vela porque “descansen bien y recuperen fuerzas” en una casa que suple sus hogares.