Foto: Cortesía Disney+
David Lepe
Todos tenemos una serie de televisión a la que le encontramos un encanto especial, aunque no nos gusta del todo y sabemos que está mal hecha ya sea por escritura floja, débiles perfiles de personajes o tono que no corresponde a la historia, entre otros lamentables resbalones. Y claro, nos resulta imposible recomendarla porque, vamos, da pena. ¿Por qué hacer sufrir a nuestro semejante?
Es una situación delicada. Tampoco es un acto heroico como servir de escudo humano a un disparo, pero sí es una hazaña que puede salvar del dolor y la vergüenza a una persona, y que no pierda su valioso tiempo.
Este peculiar caso me sucedió con She-Hulk: Attorney at Law, serie del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU, en inglés). En mi humilde opinión, esta es el mejor ejemplo de cómo el MCU va de mal en peor en cuanto a las historias/productos/contenido que le ha estado presentando a su audiencia.
“¿Qué audiencia?”, podrás preguntarte, astuto lector, y encuentro lógica en tu duda.
¿El MCU quiere agradar a los niños, adolescentes, adultos, machistas, feministas, minorías, tv lovers, masas, nichos, perros, gatos? Eso ya es tema para otra ocasión y columna.
Hoy decidí no utilizar este espacio para hablar de todo lo malo de She-Hulk: Attorney at Law. Para eso existen decenas de videos explícitos en YouTube que se han dedicado a esto desde el día de su estreno; algunos inclusive antes de la premier. Tampoco la defenderé.
Para esta columna elegí reflexionar y pensar en voz alta mi motivación para ver esta serie.
Para esta columna elegí reflexionar y pensar en voz alta mi motivación para ver esta serie que, repito, no me gustó del todo, aunque ahí estuve cada semana viendo los nueve episodios de la primera (y espero última, por el amor a la vida) temporada.
Mi padre tiene la habilidad (antes la calificaba como mala maña) de terminar de ver una película o serie que comenzaba a ver, sin importar que en el camino le disgustara. Por más que mi madre, hermanos y mi persona le comentáramos, propusiéramos o rogáramos que apagara la televisión, siempre respondió “quiero ver en qué termina”.
Así que, además de mi propia y hereditaria curiosidad por ver en qué concluiría todo, otra motivación para ver She-Hulk: Attorney at Law fue Jennifer Walters, quien llega a convertirse en She-Hulk. Con escritores mejor calificados, este personaje pudo haber tenido un arco maravilloso en la historia.
Pero, con lo que se tuvo, pude identificarme con ella. Al final, Jane es una persona con talento prometedor, pero que cada día debe batallar contra sus miedos e inseguridades, hasta alcanzar límites desesperados de incapacidad mental y emocional. Así como tú o como yo. Por último y aunque ya aprendí la lección de mi amigo Alex (quien afirma que uno o dos buenos episodios no hacen una buena serie), el cuarto, con Wong “El Hechicero Supremo”; y el octavo, con Daredevil; me los disfruté con emoción, risas y tensión.
Al final, aunque no me gustó la serie (¿ya lo había mencionado?), cumplió en algo importante y pienso que fue la razón principal de mi interés: She-Hulk: Attorney at Law me entretuvo. Así, simple. Como un buen chisme, sí, de esos que, al escucharlos, minutos después piensas “buen chismón, pero este mejor no se lo contaré a alguien más, puede resultar peligroso”.
Ya puedes darle play a She-Hulk: Attorney at Law en Disney+, bajo tu cuenta y riesgo. Y si la ves, coméntame qué te pareció, ya que aún no conozco a alguien que la haya visto.