Prepotencia de personas con egos inflados, mentiras blancas que se convierten en catástrofes, el uso del sarcasmo como escudo para defenderse del mundo y la bendición divina de encontrar un buen parqueo en la calle son algunos de los temas tratados en Seinfeld (1989-1998).
La serie de los amigos Jerry, Elaine, George y Kramer es considerada una de las comedias de situación más grandes e influyentes de todos los tiempos, y ya está en Netflix.
Si no has visto ni un capítulo de Seinfeld, esta columna es para ti. Te comparto algunos consejos de amigos (muy buenos, por cierto), para que aproveches de una mejor manera estas historias.
La recomendación más importante de Alex Arevalo es: “El primer episodio que veas (sea el que sea) lo vas a odiar. Prepárate para eso. Seinfeld es un gusto adquirido. Ya por ahí del tercer empiezan los ‘jeje’, el quinto ya trae las risas y, sin que te des cuenta, vas por la segunda vista de la serie y estás citando frases en cualquier ocasión que se te presente”.
La idea de verla en idioma original también es un tema serio.
Pedro Barrera advierte que esta serie “no es apta para millennials sensibles”, y en caso de no manejar bien el inglés, utilizar los subtítulos en español en vez del doblaje. “Sus frases en inglés son lo máximo”.
La idea de verla en idioma original también es un tema serio para Lucy Garavito. “Doblada se pierde lo genuino, fluido y espontáneo de los diálogos, interacciones y chistes”, comenta.
Antonio Ordóñez advierte que el humor es “gringo y muy neoyorquino”, y que encontrarás sarcasmo agresivo y contenido irreverente. Igual piensa Carlos Silva y recomienda usar “casco, rodilleras y demás protectores si eres de cristal”.
“Pon atención al guion, los diálogos son excelentes, siempre aprecié esa forma de escribir (mucho mérito de Larry David)”, dice Erick Gálvez acerca de la serie, ya que le recuerda los parlamentos de los filmes ochenteros de Woody Allen.
Lucía León solicita evitar pestañear: “Si te pierdes un fragmento del episodio, se crean lagunas y la historia pierde sentido. Esa era la aventura de verla en cable, tenías que verla desde el inicio porque cuando el episodio ya empezó, es difícil comprender la trama o la ironía del final, como cuando le explotó la billetera a George o el épico capítulo del carro perdido en el parqueo”.
Y Luis Alejos recuerda que los episodios de sus nueve temporadas fueron escritos y filmados a finales del siglo pasado: La gente se llamaba por teléfonos públicos, había contestadoras telefónicas de cinta y el Internet brillaba por su ausencia como forma de comunicación. “Además, abundaba el sexismo, racismo, homofobia y bifobia”, dice.
“Estábamos muy lejos de que la televisión de Estados Unidos incluyera a personajes LGBTIQ+ que no fueran estereotípicos o que no incomodaran a los principales, todos heterosexuales)”, agrega Luis.
Y finalizo esta columna con el sabio consejo para la vida expresado por, quién más, George: “No es una mentira, si tú te la crees”.
