Hace poco intercambiamos mensajes con mi amigo Sergio. Me escribió: “Y tu mamá también ya cumple 20 años. ¿Te acordás cuando fuimos a verla a los cines de Pradera con Allan y Andrea?”.
El estreno del filme, dirigido por Alfonso Cuarón y protagonizado por Gael García Bernal, Diego Luna y Maribel Verdú, fue uno de los más esperados de ese año. El director mexicano ya nos había gustado con Solo con tu pareja (1991) y conquistado con Great Expectations (1998). Confiábamos con los ojos cerrados en Cuarón. Aún lo hago.
Pero al leer el mensaje de mi amigo, recordé que esa película no la había ido a ver con él. La semana de su estreno tenía mucha curiosidad de conocer cómo habían remodelado el Teatro Lux para convertirlo en dos salas de cine, en donde una proyectaba Y tu mamá también. Con Edgar y Ronald nos embarcamos en esa misión durante una fresca tarde entre semana.
En esos años, parecía que no sabían qué hacer con ese teatro. Me encontré con que habían dividido la sala en dos y las butacas estaban colocadas con dirección a una esquina. Así que, para ver la pantalla, uno debía voltear la cabeza hacia la izquierda. Tortícolis casi asegurada.
Al ser “miércoles a mitad de precio la entrada”, la sala estaba abarrotada de patojos de colegios de la zona 1. El ajetreo era impactante. Unos reían, otros gritaban. Inclusive, creo que vi a más de un par sacar y encender cigarros. No lo aseguro, pero tampoco me sorprendería.
Filme dirigido por Alfonso Cuarón y protagonizado por Gael García Bernal, Diego Luna y Maribel Verdú.
Sentí alivio cuando se vio en la pantalla el logo de 20th Century Fox y todos callaron, pero eso se desvaneció con la primera escena: Nicole (Giselle Audirac) y Tenoch (Luna) desnudos, en una cama, gimiendo a todo volumen. Hubo berridos, chiflidos y carcajadas. Tiraron poporopos y plataninas al escenario. Al principio me molestó, pero después pensé que todo eso sería parte de la experiencia. Además, parecía que mis amigos comenzaban a disfrutar las reacciones intensas de los jovencitos.
Y ese fue el tono de la proyección: silencio en los momentos de drama e introspección, y explosiones de emociones en las escenas con desnudos. Conforme pasaban los minutos, comencé a hablar y reír más fuerte de lo que acostumbro en un cine. Si no puedes contra ellos, úneteles.
Ya ni les cuento qué sucedió cuando Verdú comenzó a bailar, frente a la rocola, la canción Si no te hubieras ido. Fue como si el mismísimo Buki hubiera salido de la pantalla a regalar dinero. No sé. El bullicio exagerado es difícil de explicar. ¿Y los alaridos del público al ver la escena siguiente? Sin palabras.
Así que, al recordar todo eso, se lo mencioné a Sergio. Él me respondió: “Eso es lo bueno de estas experiencias, cada uno la recuerda como quiere”.
Bien lo dice el punto 10 del Manifiesto de los Charolastras: La “neta” es chida, pero inalcanzable.