El derecho es uno de los componentes esenciales de la vida civilizada, que garantiza a los miembros de una sociedad el desempeño de sus actividades con el respeto de la autoridad que ejerce el Estado.
Como los estados también interactúan entre ellos, también hay un derecho internacional, que regula las relaciones entre las naciones.
“El derecho hace posible que los ciudadanos y los estados desempeñen sus actividades en busca de la realización de los objetivos, las metas y los ideales que ellos se han formulado”, dice el licenciado Jacinto Pérez.
Los documentos legales originarios más antiguos que se conocen son el Código de Ur Nami, el Código de Hammurabi y el Decálogo de Moisés, contenido en la Biblia.
“Uno de los códigos más antiguos que se conocen es el Decálogo de Moisés, que encontramos en el capítulo 20 del Éxodo, uno de los cinco libros del Pentateuco”, explica el profesor Servando Pineda.
El abogado en el mundo actual
Todos los países tienen un sistema jurídico, que es resultado de la actividad legal de los organismos del Gobierno: edictos, acuerdos y decretos, los cuales son generados por el gobierno central, las municipalidades, el Congreso y la Corte de Justicia.
La acumulación de documentos legales emitidos por el Gobierno llega a constituir un conjunto vasto y heterogéneo, cuyo conocimiento es virtualmente imposible para el ciudadano común.
El especialista en leyes, es decir el abogado, tiene los instrumentos teóricos y conceptuales para comprender y organizar sistemáticamente ese cuerpo de leyes, cuyo volumen y amplitud temática son abrumadores.
La palabra “abogado” procede del latin advocatus, que significa “llamado”, porque entre los romanos él era “llamado para tratar asuntos de difícil resolución”.
En el Diccionario Jurídico Elemental, de Guillermo Cabanellas de Torres, se lee: “Quien con título legítimo ejerce la abogacía, también es el profesor en jurisprudencia que se dedica a defender en juicio, por escrito o de palabra, los intereses o causas de los litigantes”.
Más allá de las apariencias
“Quien ejerce la abogacía es a veces un caballero o una dama con elegante atuendo, de fácil palabra y que impresiona con su apariencia en general”, dice el licenciado Vinicio Arévalo. “Pero ser abogado es, más allá de las apariencias, comprometerse con quien necesita la asistencia legal, su defensa ante el vejamen, la agresión y aún una amenaza a su derecho”.
En la Universidad de San Carlos, en el acto de graduación, el futuro abogado formula una protesta ante el tribunal examinador, con la cual se compromete a “defender la justicia y la recta aplicación de la ley”.
El graduando ofrece, además: “Prestar asistencia jurídica gratuita al desvalido. Guardar el secreto profesional y severa lealtad a su cliente. No usar procedimientos vedados por la ley y la moral en los asuntos cuya dirección se me encomiende; y proceder en todos mis actos con absoluta buena fe”.
El licenciado Alejandro Balsell Conde evocando los orígenes de la celebración del Día del Abogado, cita un documento en el que se indica que “el señor Oidor Antonio Norberto Polo… se dio a gestionar ante la Real Audiencia hasta lograr que fuesen aprobados por dicho tribunal los estatutos del nuevo cuerpo científico (el Colegio de Abogados)”.
Agrega Balsells que “lo pusieron, desde luego, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Merced y la del glorioso San Ivo, en cuyo obsequio, culto y devoción se estableció que debía celebrarse cada año una festividad, en el próximo día festivo al 24 de septiembre, con una misa cantada y sermón, en la iglesia dedicada en esta capital a aquella santísima imagen de la Merced”.