Ricardo
Fernández Gracia
Junto a otras causas que se explican en los textos que acompañan a las piezas expuestas, hay que destacar que, con el triunfo de los periódicos, las relaciones cedieron, definitivamente, el espacio informativo que habían monopolizado desde siglos atrás.
Concluyendo. En el título de esta recensión hemos señalado tres verbos: mirar, ver y leer, imprescindibles para analizar en clave cultural patrimonio, en este caso unos impresos harto singulares. Conocemos textos de distintos autores, en los que se señala la diferencia entre el acto de “mirar” y de “ver”, atribuyéndose a la masa de la población la incapacidad para pasar de un estadio a otro, al entender la percepción de las obras como un verdadero acto intelectual, que exigía capacidad de juicio y discernimiento, vedados a la mayor parte del público.
Felicitación a sus organizadores, especialmente al profesor Ruiz Astiz, con una reflexión sobre el disfrute de los bienes culturales.
Conocido es el refrán que dice: “Para ver hay que mirar y saber”. Respecto a “leer”, Lope de Vega, al tratar de un episodio bíblico, afirmaba: “En una imagen leo esta historia” y el padre Sigüenza, al referirse a un cuadro de El Bosco, aseveraba: “Yo confieso que leo más en esta tabla …, que en otros libros en muchos días”.
El reto para el estudioso y para el ciudadano, en la actualidad, consiste en realizar análisis y lecturas verosímiles de obras producidas en contextos tan distintos al actual y con unos códigos, muchas veces ajenos a los de nuestro tiempo.
Tras contemplar, razonar y aprender en la exposición, cierro estas líneas dando la felicitación a sus organizadores, especialmente al profesor Ruiz Astiz, con una reflexión sobre el disfrute de los bienes culturales, hecha hace más de dos siglos por Juan Agustín Ceán Bermúdez, ilustrado español: “Quien no sabe ver, no puede sentir, y el que no siente, no goza. ¿Pues a qué tanta concurrencia a las academias y a los museos, cuando no se ve, ni se siente, ni se goza lo que hay en ellos?