Gonzalo Arrondo
Investigador Ramón y Cajal, grupo
Mente-Cerebro, del Instituto
Cultura y Sociedad
Llevado por su conducta impulsiva y temeraria, David se sube a una grúa y cae al vacío. Supone un punto de inflexión en la vida de este joven universitario, ya que a raíz del accidente le diagnostican un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
Este es el argumento de un relato que escribí hace un tiempo y que posteriormente se adaptó como corto de animación para sensibilizar sobre el hecho de que, al igual que David, hay muchas personas que sufren TDAH sin saberlo.
La identificación y tratamiento del TDAH pueden reducir considerablemente el impacto que tiene en la vida de quienes lo padecen. Por eso es tan relevante revisar sus principales características, como haremos a continuación. El TDAH se caracteriza por tres conjuntos de síntomas principales: Inatención. Dificultades para prestar atención a los detalles, cometer errores por descuido, olvidar tareas cotidianas y perder objetos importantes.
Muchas veces pasa inadvertido en la niñez y es detectado en la vida adulta.
Hiperactividad. La inquietud, la incapacidad para permanecer sentado en situaciones donde se espera hacerlo y la dificultad para participar en actividades de ocio de manera tranquila definen este tipo de conducta. Impulsividad. Se refleja en la toma de decisiones sin considerar las consecuencias, las continuas interrupciones y la dificultad para esperar el turno en situaciones sociales que lo requieren.
Otros síntomas frecuentes son la desregulación emocional, que puede mostrarse como baja tolerancia a la frustración, irritabilidad y labilidad emocional; y dificultades en las funciones ejecutivas, que se traducen, por ejemplo, en una baja capacidad para planificar actividades. Si bien los síntomas de TDAH aparecen típicamente en la infancia, tienden a persistir y manifestarse en la edad adulta. Aproximadamente, el 50 por ciento de los niños afectados seguirá cumpliendo los criterios que definen este trastorno durante la adultez.
A lo largo del tiempo, suelen reducirse los síntomas de impulsividad, mientras que se mantienen, e incluso aumentan los de inatención. Además, como ocurría con David, el TDAH pasa muchas veces inadvertido durante la niñez y es detectado en la vida adulta, cuando se intensifican los desafíos asociados con el rendimiento laboral, las relaciones interpersonales y la calidad de vida en general.
Los mejores estudios indican que la frecuencia del TDAH en adultos rondaría el 3 por ciento, aunque muchos de estos casos permanecen sin diagnóstico. Además, se cree que la mayoría de las personas diagnosticadas en la infancia pero no en la vida adulta presentan síntomas subclínicos (es decir, que no son suficientes para un diagnóstico).
Continuará…