Raquel Lázaro
Profesora de Filosofía.
Universidad de Navarra
El profesor Alvira formaba parte del consejo editorial de varias revistas nacionales e internacionales de Filosofía y era miembro de diversas sociedades nacionales e internacionales entre las que destacan la International Society for Metaphysics; la Societé internationale pour l’étude de la Philosophie Médiévale; la Sociedad Española de Estudios Clásicos; o la Sociedad Española de Filosofía.
También fue miembro fundador de la Asociación para el Estudio de la Doctrina Social de la Iglesia (Aedos) y de la AISC (Association Internationale pour l’Enseignement Social Chrétien). Gran universitario y políglota (6 idiomas) que cosechó una ingente cantidad de discípulos, amigos, colegas y estudiantes diseminados por todo el mundo, quienes siempre encontraron en D.
Rafael una humilde sabiduría, una profunda y densa intuición filosófica, una luminosa claridad de conceptos, una acogedora sonrisa y una culta y amplia conversación, teñida siempre de su pasión por la filosofía. Quienes le conocimos y lloramos hoy su pérdida confiamos también en que la amistad y esperanza que, como cristiano, cultivó a lo largo de su vida habrá tenido también su recompensa.
Don Rafael era amante de la vida
Quienes hemos estado a su lado durante años, hemos aprendido de sus lúcidas reflexiones filosóficas, entre las que destacan como aportaciones propias la teoría de los subsistemas categoriales y trascendentales de la sociedad, el acercamiento al Logos desde el neoplatonismo, sus profundizaciones en el concepto de límite desde su amplio conocimiento de la filosofía antigua de Platón y Sócrates y, extensas reflexiones de hondo calado filosófico sobre el amor, la familia, la empresa, la cultura y los regímenes políticos.
Le gustaba decir que la filosofía se ocupaba de lo fácil, de lo cotidiano, y que pensar era atender afectuosamente a esas realidades. Conocía muy bien la tradición mística y, en particular, la castellana de Santa Teresa de Jesús y San Juan de Ávila. Le dedicó muchas horas de lectura atenta, reflexión y pensamiento. El pasado 22 de noviembre asistíamos online a su último seminario para el departamento de Filosofía de la Universidad de Navarra.
El seminario llevaba por título Ese no saber sabiendo toda ciencia trascendiendo. Sócrates y la mística. Impartido con la elegancia, simpatía y sentido del humor que le caracterizaba, venía a ser una síntesis de muchos años de investigación, y ahora vemos también que fue uno de sus últimos regalos y un legado a partir del cual continuar. Don Rafael era amante de la vida, ponía pasión en lo que hacía y era amigo leal de sus amigos, con quienes compartía no solo el amor a la filosofía, sino también su afición por el futbol, el monte y el arte de conversar.
Su vida cotidiana estaba entretejida de mirada profunda a los otros, a quienes dispensaba una gran cantidad de pequeños servicios y cuidados, sin que apenas uno fuera consciente de ello. Llamaba la atención su sonrisa amplia y acogedora, que revelaban no solo a un hombre pacífico, sino también profundamente respetuoso hacia cada persona en singular.
Elegante y atento a lo pequeño. Le vi muchas veces dejar las sillas ordenadas –no solo la suya-, al acabar una reunión; le vi llorar ante la muerte de amigos filósofos muy queridos; le vi incontables veces escuchar con atento silencio y respetuosa medida del tiempo a quien le hablaba, independientemente de su edad, posición, supiera más o menos que él.
Orgulloso, al tiempo que humilde, de su herencia familiar, cada vez más parecido a su padre –incluso físicamente-, de quien heredó un hondo amor a la enseñanza y una extraordinaria finura pedagógica, entretejida de cierto paternalismo. Todos los que llamaban a su puerta la encontraron abierta, por eso entre sus amigos cercanos hay desde importantes políticos, empresarios, diplomáticos, destacados filósofos a alumnos, sencillos agricultores, padres y madres de familia, vecinos cotidianos. Muchas gracias, querido maestro y amigo.