Ricardo Fernández Gracia
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
En la peana inferior de yeso se debía pintar “un adorno vistoso”. El pago se haría fraccionado y en el otorgamiento de la escritura se le pagó la cantidad de 70 pesos de los 110 que, en principio se habían presupuestado, dando como fiador al pintor de Pamplona Pedro Antonio de Rada.
Al poco de firmar el contrato, el pintor Andrés de Lavega, avecindado en Olite, intentó adjudicarse la obra haciendo una rebaja de 10 pesos, aunque el Tribunal de Comptos no admitió la propuesta, tras asegurarse a través de diversas personas y entre ellas el prestigioso pintor Pedro de Rada, de que Manuel del Rey era persona de conocida habilidad y el gasto era proporcionado.
A la tribuna ya desaparecida se refiere, en 1946, José Ramón Martínez Erro en su monografía sobre Olite, con estas palabras: “Esta linda iglesia tenía en su interior un precioso Palco Real, del que aún, hoy en día queda el ventanal. Estaba unido por medio de una galería con la iglesia de San Jorge (capilla del palacio), y era el que ocupaban los Reyes de Navarra en las grandes solemnidades religiosas que en esta iglesia se celebraban”.
La obra y sus artífices: Miguel Zufía y Manuel del Rey. Las tribunas panzudas se adaptan al modelo movido y teatral muy difundido en el siglo XVIII en Navarra, entre las que figuran las de la Compañía de María de Tudela, las desaparecidas de las Clarisas de la misma ciudad, o las de la capilla de la Virgen del Camino de la capital navarra. Al igual que en otros conjuntos de patronato, su función tuvo que ver mucho con la imagen del poder de quien lo ostentaba, para poder asistir a las funciones religiosas desde las mismas o, simplemente, para marcar distancia a través de sus escudos y otros signos de distinción.