sábado , 23 noviembre 2024
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Historias de mujeres escritas en piedra: la mujer en la Navarra romana (IV)

Javier Andreu Pintado
Catedrático de Historia Antigua

Nos referimos a los ámbitos funerario y votivo. Una hermosa inscripción procedente de Eslava, que puede verse en la sensacional exposición arqueológica que ha promovido el Ayuntamiento local, nos presenta a una mujer de nombre céltico, Araca Marcela, pidiendo al dios local Peremusta –al “gran dios”, deus magnus– por su salud, pero también por la de “los suyos”.

No faltan casos en que la mujer interviene con miembros de su familia para solicitar el favor divino –como hizo Festa con Lacubegi en Ujué pero también con Júpiter– y otros en que la mujer aparece como única promotora del voto como Neria Helpide que honró a Cibeles en San Martín de Unx, o Emilia Paterna que hizo lo propio con Losa en Lerate.

El hábito de que la mujer promoviera las honras fúnebres de marido e hijos, como antes se dijo, se trasluce con un tono muy familiar, paradigmático, en un epitafio de Marañón donde una tal Doitena honra a su suegro, Marco Cecilio Flavino, y a su marido, Marco Cecilio Flavo, de sesenta y treinta y cinco años de edad respectivamente. Pero también en muchos otros ejemplos.

Se ha subrayado con frecuencia el poder evocador del mundo romano.

Mujer del pasado, mujer del presente. Se ha subrayado con frecuencia el poder evocador del mundo romano, de sus autores y sus protagonistas, supervivientes de un pasado que, en Occidente, nos ha configurado culturalmente. Pero ese tuvo, lógicamente, sus sombras. Tal vez la vida de muchas de sus mujeres, también en las tierras navarras, no soportaría el juicio estético de nuestro tiempo.

Pero los historiadores no mejoramos la sociedad disfrazando la realidad histórica o retorciéndola para edulcorarla, falseándola, sino acercando al presente a quienes fueron protagonistas de un pasado diferente pero que nos interesa en tanto que pretérito y haciendo a sus protagonistas, en este caso a las mujeres, visibles.

Su vida sigue contándonos historias en los objetos que emplearon, en los espacios en que vivieron y en las inscripciones que promovieron o recibieron. Acercarnos a esas vidas a través de estas últimas y dejar que estas hablen resulta una de las grandes satisfacciones del oficio de historiador de la antigüedad.

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