Gerardo Castillo Ceballos
Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
Con frecuencia se dice que Internet es una gran fuente de información y también de conocimiento. Sin embargo, aunque haya personas que utilicen ambos términos como si fueran sinónimos, existe una distinción bastante manifiesta entre ellos. Mientras que la información presenta hechos y cifras, es el procesamiento de esos hechos y cifras lo que conduce al conocimiento, es decir, a la comprensión de un tema.
A quienes no distinguen entre información y conocimiento les resultará sorprendente e incomprensible la tesis de un libro que habla del lado oscuro de la sociedad del conocimiento. Para referirse a ella se denomina de estas tres formas: “La sociedad de la ignorancia” (Antoni Brey), “La sociedad del desconocimiento” (Daniel Innerarity) y “La sociedad de la incultura” (Gonzalo Mayos).
El mensaje principal del libro es que los límites neuronales del hombre impiden asumir el actual crecimiento hiperbólico de la información disponible: “Dada la creciente desproporción entre la capacidad colectiva para generar saber y la capacidad individual para asumirlo e integrarlo en nuestra experiencia vital, parece justificado y quizás inevitable pensar en el advenimiento de una sociedad de la ignorancia o de la incultura”.
El lector corriente podría encontrarse intoxicado ante tanta información.
El lector corriente podría encontrarse intoxicado ante tanta información. Muchas cuestiones nuevas exigirían un tiempo, un saber y una capacidad de reflexión cada vez más escasos. Si esto es así, nos encontramos ante una tremenda paradoja: una potente y exitosa sociedad del conocimiento edificada en las sociedades postindustriales más avanzadas está derivando en la creación de una sociedad de incultos: los nuevos analfabetos funcionales generados por las nuevas tecnologías.
Según Brey, el camino hacia la ignorancia surge porque las connotaciones negativas de la ignorancia han ido desapareciendo. Incluso, al contrario, cierta ignorancia actuaría como un facilitador social capaz de producir simpatía en el resto de la gente. Se trataría de una sociedad de ignorantes fascinados por la tecnología. La sociedad del conocimiento -escribe el filósofo Gonzalo Mayos- no solo se solapa con la sociedad de la incultura, sino que la crea o, al menos, la pone en toda su evidencia. Parece que la actual facilidad para el acceso al saber, en vez de estimular a las personas, las asusta.
Continuará…