sábado , 23 noviembre 2024
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La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa

Javier de Navascués
Catedrático de Literatura Hispanoamericana
Facultad de Filosofía y Letras

Mario Vargas Llosa visitó por primera vez la República Dominicana en 1975 para realizar un documental para la radio televisión francesa. Allí se enteró de múltiples historias que sucedieron durante el terrorífico gobierno del general Rafael Leónidas Trujillo, el sujeto que había manejado el país entre 1930 y 1961, año en que un atentado acabó con su vida. Impresionado por unos hechos tan fascinantes que parecían sacados de la ficción, se abocó a la redacción de una novela histórica. Después de tres años de trabajo, dio a luz a La fiesta del chivo. El argumento se inspiraba en la biografía del dictador desde sus comienzos políticos hasta su asesinato y los acontecimientos que siguieron inmediatamente después.

Los pormenores de su muerte violenta, junto a los avatares de protagonistas o testigos, reales o ficticios, de lo que sucedió en el tiranicidio más famoso de América Latina, es el asunto de esta novela memorable. La fiesta del chivo apareció por primera vez en 1990. A pesar del prestigio que detentaba su autor en aquellas fechas, su nueva novela consiguió sorprender por la calidad extraordinaria de la intriga y la perfección del dibujo de sus personajes.

Hay uno de entre todos ellos que sobresale de modo notable: Joaquín Balaguer.

Mediante una estructura de relatos paralelos, marca de la casa, Vargas Llosa desenvolvía una intriga desenfrenada que concluía con un final apoteósico. Todo se encontraba en aquel libro: mediante una documentación históricamente impecable, se entrecruzaban cien destinos marcados por un suspense y una violencia inusitados. También se adivinaba la pasión del autor por la política. Solo así se comprendía cómo se fijaba en un individuo tan siniestro como Trujillo y en la galería de estrafalarios personajes que lo acompañan.

Pero hay uno de entre todos ellos que sobresale de modo notable: Joaquín Balaguer, colaborador en la vida real de Trujillo y, tras su muerte, presidente de la República Dominicana en varias ocasiones más. A través de las líneas narrativas que va tejiendo La fiesta del chivo, Joaquín Balaguer es, al comienzo, una figura borrosa y casi ridícula. En medio de una corte dividida entre los psicópatas y los enchufados, él pertenece a la segunda clase. Es el más débil, el más inofensivo de todos. Le llaman “el presidente fantoche”, porque actúa de hombre de paja de Trujillo. ¿Quién puede temer algo de ese casto solterón, aficionado a la poesía, metódico y ordenado en sus costumbres?

Por eso, cuando se desata el caos después del atentado, nadie repara en aquel hombre silencioso que permanece en un rincón mientras los sicarios y familiares rugen pidiendo venganza. Sin embargo, ese es el momento estelar de Balaguer. Con una habilidad increíble, sortea las sospechas que se ciernen sobre él durante la caza de brujas y, poco a poco, hace valer su autoridad para enfrentarse a los berridos de los militares descerebrados y a la avaricia de los familiares.

Continuará…

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