María del Pilar Saiz Cerreda
Profesora del Grado en Lengua y Literatura Españolas
Por el contrario, su creencia y su fe en la belleza, en la grandeza y en la inviolabilidad de la vida se van acrisolando al contacto de la miseria, decadencia, miedo y horror, y se transforman en un optimismo firmemente anclado en la esperanza, que se manifestará siempre por medio de contrastes.
Sí, ante el temor, saca toda la fuerza de su interior con pequeños actos de valentía, como cuando acompaña a los enfermos en los barracones. Ante la fealdad, es capaz de ver más allá y descubrir belleza donde la mayoría está impedida: la luz del atardecer, el vuelo de unos pájaros, los colores de la primavera en las flores, el regalo de los momentos de amistad en el campo.
Ante el odio, la violencia y brutalidad que están ejerciendo sobre todos los prisioneros del campo, ella no duda en derramarse y derrochar todo el amor y cariño a los demás del que es capaz. Ante la pérdida de humanidad que se vive en el campo, ella no se deshumaniza ni se animaliza, sino que, por encima de todo, sabe agradecer. Y así se despide, con un hondo agradecimiento en los labios, serena, muy entera, irradiando plenitud.
Ante la fealdad, es capaz de ver más allá y descubrir belleza donde la mayoría está impedida.
Etty siempre será el faro de luz que brilla en la oscuridad y nos alumbra el camino: “Es la única manera de poder vivir ahora: el amor al más atormentado semejante sin preferencias […]. Y cuando esta idea se me impone en un momento en el que no existe el consuelo puedo seguir adelante, pero no con un sucedáneo de vida como la que lleva aquí la mayoría en un campo de concentración de paso, para judíos y en plena guerra mundial…
No, nada de eso. Yo me refiero verdaderamente a un ímpetu esperanzador, a la alegría, al convencimiento y a una vaga suposición de pertenencia, que existen y que, en el fondo, hacen que la vidaesté dotada de sentido”.