Ricardo Fernández Gracia
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
La falta de un plan claro de intervención, constatado por Francisco Íñiguez, queda patente al comprobar cómo se desmontaban retablos, rejas, sillería, sin orden ni concierto y se improvisaba absolutamente todo, sin una única dirección coherente, guiada por criterios técnicos y profesionales.
Entre las sorpresas que guarda el archivo capitular y que vamos descubriendo, merced a la amabilidad y paciencia del archivero don Alfredo López-Vallejos, figura el proyecto que el mencionado Pedro Manuel Ugartemendía hizo para dorar y policromar la reja renacentista del coro, una vez finalizadas las obras de la vía sacra y las caponeras. A los pocos días de la finalización de estas últimas, el 30 de junio, se fecha en la capital navarra, su propuesta de la que entresacaremos algunos detalles.
El texto va dirigido al prior, como responsable principal del templo. En aquellos momentos lo era Juan Ángel Muguiro, desde 1830 y que falleció en Bayona en 1837.
En el encabezamiento afirma que cree su deber advertir de la conveniencia de realizar el dorado con brevedad y economía del bello enrejado del coro, por estar montados los andamios, seguramente para proceder a la limpieza de la pieza, ya que se había resuelto pintar toda la reja “con baños de aceite de linaza a fin de precaverle del ataque de la roña”. Con tal operación, entendía Ugartemendía que se daría realce y aprecio a la reja, y a su vez el decoro del templo catedralicio.
El texto va dirigido al prior, como responsable principal del templo.
En una primera condición, considera que solo se deberían dorar las partes más visibles del adorno del remate, enumerando los filetes, rosetas, capiteles y parte de los grandes pilastrones, así como algunas partes de los pináculos, basas y balaustres, lo que significaba dorar solamente las partes más visibles y precisas para que el efecto fuese de realzar el mérito “de tan hermoso enrejado, evitando toda profusión o gasto innecesario”.
El cálculo del coste lo evaluó en 3600 reales de vellón, si bien advertía de la dificultad de calcular por las labores de calados y recortados de los adornos y de las formas y perfiles, siendo partidario de dar la obra a jornal, antes que hacer un convenio. Si se optaba por lo primero, advirtió sobre algunos aspectos. En primer lugar, proponía traer el oro necesario desde Bayona y entregarlo al maestro dorador Gatell seguramente Manuel Gatell, casado con Felipa Aloy, bajo la vigilancia del maestro mayor de las obras de la catedral, Francisco Cruz de Aramburu. En segundo lugar, advierte de la necesidad de preparar aquellas partes susceptibles de ser doradas.
Un tercer parecer se refiere al jornal del mencionado Gatell y dos oficiales doradores, cobrando cada uno, doce reales de vellón diarios, más un aprendiz al que se asignarían cinco reales. El último responsable de señalar las partes doradas sería el propio Ugartemendía, juzgando que se podía terminar la obra para mediados de agosto, fiesta de la titular del templo.
Continuará…