Ramiro Pellitero
Profesor de la Facultad de Teología
Las raíces son la fuente de la vida. Los puentes son necesarios para ir más allá de nosotros mismos. Sin raíces no podemos construir puentes, pero sin puentes no podemos extender nuestra vida hacia los demás ni permitirles vivir con nosotros. Un resumen de los mensajes del papa en Hungría.
En su audiencia general Francisco hizo un balance de su viaje pastoral a Hungría, “un pueblo valiente y rico de memoria”. Y utilizó dos imágenes: las raíces y los puentes. Todo empezó en el encuentro con las autoridades cuando el papa se inspiró en la ciudad de Budapest, caracterizada por su historia, sus puentes y sus santos; lo que forma parte de las raíces de esa tierra y de sus gentes.
A propósito de la historia reciente de Europa, señaló el papa: “En la posguerra Europa representó, junto con las Naciones Unidas, la gran esperanza, con el objetivo común de que un lazo más estrecho entre las naciones previniera conflictos ulteriores”.
Lamentó que luego no haya sido así: “En general, parece que se hubiera disuelto en los ánimos el entusiasmo de edificar una comunidad de naciones pacífica y estable, delimitando las zonas, acentuando las diferencias, volviendo a rugir los nacionalismos y exasperándose los juicios y los tonos hacia los demás.
Propone Francisco que Europa evite dos extremos.
Parece incluso que la política a nivel internacional tuviera como efecto enardecer los ánimos más que resolver problemas, olvidando la madurez que alcanzó después de los horrores de la guerra y retrocediendo a una especie de infantilismo bélico”. Pero Europa ha de recuperar su papel en el actual momento histórico: “Europa es fundamental. Porque ella, gracias a su historia, representa la memoria de la humanidad […].
Es esencial volver a encontrar el alma europea: el entusiasmo y el sueño de los padres fundadores”, de los grandes estadistas que fueron De Gasperi, Schuman y Adenauer en su trabajo por la unidad y la paz. Se quejó el papa preguntándose, ahora, “dónde están los esfuerzos creadores de paz”. Esto, sin duda, tenía que ver no solo con las raíces, sino también con los puentes.
Propone Francisco que Europa evite dos extremos: de un lado, el quedar presa de “populismos autorreferenciales” de los países; de otro lado, el transformarse “en una realidad fluida, o gaseosa, en una especie de supranacionalismo abstracto, que no tiene en cuenta la vida de los pueblos”. Continuará…