José Mª Muruzábal del Solar
Colaborador de la Catedra de Patrimonio y Arte Navarro
Parte de su obra se aproxima incluso a la técnica naif. El Mediterráneo le aportó aún mayor color y luminosidad a su producción estética. Los árboles, la naturaleza en general, y las flores en particular, son los motivos predilectos de su pintura. La segunda de las pintoras es Elena Goicoechea (Pamplona, 1922 – 2013), artista que comenzó a formarse en Pamplona con Javier Ciga y Pérez Torres. Quiso hacer Bellas Artes, pero su familia acabó por desanimarla.
En la década de los cuarenta se trasladó a Madrid para estudiar con Eduardo Chicharro, alternando sus estudios con los de copista del Museo del Prado. En 1952 regresó a su Pamplona natal y se casó con el doctor Fernando Goñi Arregui, dando por terminada su carrera artística profesional; no obstante, la pintura, su vocación, continuó practicándola toda su vida.
La segunda de las pintoras es Elena Goicoechea.
Es madre de la también pintora Elena Goñi Goicoechea. Llegó a exponer en la DFN en 1947 y en 1950. La producción pictórica de Elena Goicoechea estuvo basada en el clasicismo utilizado por sus maestros; su estilo fue siempre figurativo y realista. La capacidad estética de la pintora pamplonesa se demuestra en la captación de los rasgos físicos del cuerpo humano y en las calidades táctiles de los objetos que muestran sus obras.
Practicó pintura al óleo, grafito y, en los últimos tiempos, acuarela y témpera. La temática de su producción se centra en el retrato y en el bodegón, existiendo también muestras de desnudo, básicamente de primera época, y de paisaje. La tercera de las pintoras es Lourdes Unzu (Pamplona, 1924 – 2019). Su periplo biográfico y estético es relativamente similar al de Elena Goicoechea, de quien fue compañera y amiga. Formada con Javier Ciga, acompañó a Goicoechea a Madrid, compartiendo allí formación e incluso domicilio.
El profesor Azanza ha publicado su labor como copista del Museo del Prado. Lourdes Unzu se interesó por la pintura religiosa, con copias de Tiziano, Ribera o Murillo, retratos, con copias de Greco, o Velázquez, pinturas costumbristas goyescas y el bodegón. Llegó a exponer en las galerías EGUI de Pamplona en la Navidad de 1951. En los años cincuenta regresó a Pamplona, casándose y olvidándose en gran medida de su labor pictórica. Esta se circunscribe a retratos, bodegones y algunos paisajes.
En un artículo, publicado en la Revista Pregón de1955, en el que dialogan Francis Bartolozzi, Elena Goicoechea y Lourdes Unzu sobre las dificultades de las mujeres pintoras, esta última afirmaba “esto será hasta que lleguen aquí las nuevas modas, esas en las que los hombres saben cocinar, arreglar a los niños y demás quehaceres domésticos”; premonitorias palabras.
Continuará…