Ramiro Pellitero
Universidad de Navarra
El papa Francisco ha trabajado a lo largo de su pontificado por la paz, insistiendo siempre en la responsabilidad común que une a todos para lograr la justicia social. Parecería que la paz, que tanto nos preocupa, sea solo una “cuestión social”, de acuerdos y leyes. La paz verdadera tiene también que ver con el espíritu y con el corazón de cada uno de nosotros; de ahí la importancia de cultivar lo que la tradición cristiana llama la “vida espiritual” o “vida interior”.
Destacamos las enseñanzas del papa difundidas en enero, en dos ocasiones: su discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, que se centró en los grandes pilares de la paz; y su Carta apostólica Totum amoris est, con ocasión de los 400 años de la muerte de San Francisco de Sales. En esa carta (firmada el 28 de diciembre) el papa subraya la centralidad del amor en la vida espiritual o vida interior del cristiano.
Los pilares de la paz: este año, el discurso del papa al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede (9-I- 2023) fue una continuación del mensaje del 1 de enero para la Jornada Mundial de la Paz: “Nadie puede salvarse solo. Recomenzar desde el Covid-19 para trazar juntos caminos de paz”.
Se cumplen 60 años de la encíclica Pacem in terris, de San Juan XXIII.
Deseaba ahora Francisco expresar “una invocación de paz en un mundo que ve crecer divisiones y guerras”, tras la contemplación, durante la Navidad, del Hijo de Dios, llamado en las Sagradas Escrituras “Príncipe de la paz” (Is 9, 5).
Se cumplen, además, 60 años de la encíclica Pacem in terris, de San Juan XXIII, publicada pocos meses antes de su muerte y medio año después de la llamada “crisis de los misiles cubanos”, que supuso una amenaza nuclear y un paso en la dirección de una aniquilación de la humanidad.
Precisamente la tarea diplomática, observa el papa, “es un ejercicio de humildad porque requiere sacrificar un poco de amor propio para entrar en relación con el otro, para comprender sus razones y puntos de vista, contrastando así con el orgullo y la arrogancia humana, causa de toda voluntad
beligerante”.
Ante todo, reitera Francisco que “la posesión de armas atómicas es inmoral”, en la línea de San Juan XXIII. Lamenta el estancamiento del Plan de acción integral conjunto (acuerdo nuclear con Irán) y la guerra de Ucrania, como picos de un iceberg que él viene llamando la tercera guerra mundial (en marcha) “a trozos” en un mundo globalizado. A ellos se añaden otras guerras o conflictos armados activos en el mundo.
Clama por una superación de la “lógica” de los armamentos (la carrera armamentística), porque no es posible la paz allá donde proliferan instrumentos de muerte. En la estela de la Pacem in terris, se detiene a continuación en cuatro bienes fundamentales o “pilares que regulan tanto las relaciones entre los seres humanos individuales como entre las comunidades políticas”: ellos son la verdad y la justicia, la solidaridad y la libertad.
Los cuatro se entrelazan, observa el papa, en una premisa fundamental: “Todo ser humano es una persona”. Es decir, en una correcta antropología como fundamento de una correcta ética, compatible con una visión cristiana de la vida. La paz en la verdad: En primer lugar, “construir la paz en la verdad significa ante todo respetar a la persona humana, con su ‘derecho a la existencia y a la integridad física’, a la que se le deben garantizar ‘la libertad en la búsqueda de la verdad, en la expresión del pensamiento y en su difusión”’, como señalaba ya la encíclica de Juan XXIII.
Continuará…