Ricardo Fernández Gracia
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Las investigaciones de Olaechea concluyen que la madre del conde de Aranda, doña María Josefa Pons de Mendoza, tuvo una aventura extramatrimonial, cuando su marido estuvo ausente varios años y, como en los grandes novelones, vino a pasar los últimos meses del embarazo a Corella, en donde dio a luz y se bautizó al neófito como hijo de quienes le hospedaban, que tenían excelentes relaciones con los condes de Aranda, e incluso les habían prestado otros servicios.
A los 16 años, en 1748, fue estudiar a Valladolid al elitista Colegio de los Ingleses. Allí estuvo dos años, en los que vivió “con mucha decencia, y no se le conoció más travesura que la de su afición a torear, inclinación que ya su padre le había procurado moderar antes de enviarlo a Valladolid”.
En 1750 pidió su ingreso en la Compañía de Jesús, al amparo del corellano José Estañán, provincial entre 1748 y 1751 y hermano de su madre adoptiva. Gregorio se ordenó sacerdote en 1758 y residió como profesor en varios colegios como La Coruña, Segovia, Valladolid y Pamplona. A finales de enero de 1767, fue llamado misteriosamente por el presidente de la Chancillería de Valladolid para indicarle que debía salir inmediatamente hacia la Corte.
A finales de enero de 1767, fue llamado misteriosamente por el presidente de la Chancillería de Valladolid.
Sus compañeros pensaron en lo peor, en que fuese objeto de la vigilancia y persecución que ya se cernía sobre los jesuitas. Sin embargo, pronto se supo que nada de eso tenía fundamento. Más bien por el contrario, fue recibido con todos los honores antes de llegar a la capital, siendo conducido al palacio del conde de Aranda, entonces todopoderoso presidente del Consejo de Castilla, que le dispensó todo tipo de honores y protegió, ordenando que tuviese todo tipo de libertad en el Colegio Imperial, mientras pedía al padre Idiáquez, que había sido su provincial, un informe detallado de su vida y costumbres.
¿Qué había ocurrido en aquel mismo mes de enero? El padre Olaechea pierde la pista a su verdadera madre, doña Josefa Pons de Mendoza, en torno a 1760, pero hoy sabemos que falleció el 16 de enero del año 1767. Por tanto, no hay ninguna casualidad, sino más bien causalidad, en la llamada del conde a su hermanastro a fines de aquel mes y la llegada del padre Gregorio a Madrid a comienzos de febrero, cuando el conde, por el medio que fuese, comprobó su existencia, cuando su madre ya no podía sufrir afrenta alguna contra su honor.
A partir de ahí, el conde le plantearía o salir con sus hermanos al exilio o abandonar la Compañía y seguir bajo su protección. El padre Gregorio, que no debía tener madera de héroe, optó por lo segundo, pidiendo las dimisorias, aunque fue el conde de Aranda quien se encargó de gestionar su salida de la Compañía, en unos momentos tumultuosos, pues los papeles se tramitaron cuando se estaba ejecutando el decreto de expulsión de los jesuitas.
Continuará…