Ricardo Fernández Gracia
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
En el culto y la devoción a aquella imagen hay un antes y un después en 1468, en que se sitúa un milagro por el cual un cristiano cautivo en Argel, llamado Ángel Tomás Ramírez, logró su liberación gracias a la intercesión de la Virgen. Tras ser maltratado y encadenado por su dueño Zuali y encerrado en un arcón, este llegó portentosamente con el moro encima por las aguas del Ebro, mientras sonaban las campanas de Mendavia, Lodosa y Mués.
Tras salir del arcón y liberarse de las cadenas, también el moro se convirtió. Este resumen es glosado en un largo documento, repleto de detalles que se viene copiando y recreando desde un manuscrito en distintas publicaciones como la novena a la Virgen, los gozos que nos ocupan y distintas monografías. Un impreso de gozos realizado hacia 1930 da cuenta gráfica de aquel suceso legendario en un pequeño grabado en el que se representa el momento en que el cautivo sale del arca ante un sacerdote y otros personajes, entre los que destaca el moro Zuali, que lo tenía atormentado y, a raíz del suceso, se convirtió.
San Miguel de Aralar y Teodosio de Goñi. Entre los personajes legendarios navarros que hunden sus raíces entre lo mítico, destaca don Teodosio de Goñi, el mismo que fue liberado por San Miguel de Aralar tras cometer el parricidio y cumplir la penitencia por largos caminos. Como es sabido, a lo largo de los siglos del barroco, parece haber cuajado definitivamente la leyenda de San Miguel de Aralar y su aparición al parricida Teodosio de Goñi. A ello colaboraron de un lado algunos textos impresos y también, de otro, la difusión del ciclo de la historia en estampas de mayor o menor envergadura.
Un verdugo con la espada desenvainada, tres soldados y el mártir, sin mitra, componen la escena.
Generalmente, se representan cuatro escenas correlativas de la leyenda: el encuentro de don Teodosio con el demonio disfrazado de ermitaño, el parricidio y el encuentro con su mujer deshaciendo la mentira inculcada por Satanás, haciéndole creer que su esposa le había sido infiel. Finalmente, la cuarta escena de la leyenda representa a San Miguel apareciéndose al caballero errante, orante y arrodillado, que le ha invocado para salvarse del maligno, en el momento en que sus cadenas quedan rotas y el monstruo infernal alado y con cabeza de dragón sale de su caverna para ser vencido.
Con San Fermín y en las veneras del Ayuntamiento de Tudela. Por diferentes motivos, dos de los signos de identidad de Pamplona y Tudela, como son el copatrono San Fermín y las veneras del ayuntamiento de Tudela ostentan en sus representaciones cadenas bien visibles. En el caso del santo, al representarle en su encarcelamiento y martirio se suelen dejar grandes eslabones de hierro. Así aparece en el lienzo firmado por José Ximénez Donoso en 1687, conservado en el Ayuntamiento de Pamplona. También, figuraban en una de las pinturas que hizo en 1736 el artista Pedro Antonio de Rada con destino a un ciclo hagiográfico para los paramentos de la capilla del santo, que conocemos por un dibujo de 1797 de Santos Ángel de Ochandátegui. La ambientación corresponde al interior de una cárcel de evocaciones clásicas, iluminada en la nocturnidad por un gran farol, en la que no faltan unas enormes cadenas. Un verdugo con la espada desenvainada, tres soldados y el mártir, sin mitra, componen la
escena.
Por lo que respecta a Tudela, las veneras de su ayuntamiento, realizadas en 1622 tras la concesión por parte del virrey en el año anterior, con la condición de que por uno de los lados llevara la imagen del “glorioso San Pedro, patrón que es de la dicha ciudad” y por otra, el escudo de esta última. Se trataba de distinguir y diferenciar a los regidores de merinos, porteros reales y otros funcionarios que usaban varas, elementos de autoridad que también tenían otras localidades. Las veneras lucen las armas de la ciudad y la imagen de San Pedro ad vincula y encadenado, por ser tradición que el día de su fiesta fue el de la reconquista de la ciudad.
Continuará…