Teresa Sádaba
Directora del ISEM Fashion Business School
El componente lúdico en este caso viene acompañado de otros valores en alza para los adolescentes: la autenticidad o la búsqueda de un estilo propio. Y, también en este contexto, para algunos autores la nostalgia aparece como un factor ligado a la segunda mano.
Inspirados en una estética revivida por series como Stranger Things, los jóvenes sienten nostalgia de épocas que ni siquiera han vivido. Modelos del negocio de segunda mano: el mundo digital ha propiciado la aparición de una gran variedad de modelos de interacción e intercambio entre personas con plataformas de reventa tipo Wallapop, Etsy, Vinted o Mercari.
Hasta Facebook lanzó su propia plataforma de venta en 2016. Todos ellos han generado una economía colaborativa donde el consumidor se convierte en vendedor y entra en el circuito experimentando la posibilidad de ganancias propias. Así, se han incrementado las interacciones y la cultura de la segunda mano ha ido ganando adeptos.
Ante este fenómeno no es de extrañar que las marcas hayan reaccionado creando sus propios portales. De esta manera pueden controlar mejor un producto sujeto a una devaluación constante y, además, se apuntan al carro de la economía circular. Por otra parte, en el mercado de la segunda mano operan grandes cadenas de tiendas que ofrecen estos productos. Walmart es una de ellas, con una división propia para este segmento.
Los jóvenes sienten nostalgia de épocas que ni siquiera han vivido.
Pero también existen tiendas específicas con distintos modelos operativos. Las tiendas sin ánimo de lucro se basan en donaciones y tienen una finalidad altruista. En Estados Unidos, el caso más reconocido es el de Goodwill Industries, que cuenta con más de 3 300 tiendas físicas y 120 mil trabajadores.
Goodwill acaba de presentar su plataforma de venta online. Entre los modelos lucrativos están los de consigna, donde la fórmula es una correlación inversa entre el tiempo que está la prenda en la tienda y el precio de venta, y aquellos que funcionan comprando liquidaciones de existencias. Las tiendas de productos vintage, donde la escasez y la exclusividad de los productos de otra época (ahora se entiende por vintage la moda del siglo XX) tiene consumidores dispuestos a pagar incluso un sobreprecio por encontrar una pieza icónica para su vestuario.
También están los especializados por nichos, donde la segunda mano cobra sentido por la caducidad o por el cambio de tallas. Esto sucede, sobre todo, con la ropa infantil, uno de los segmentos más competitivos en este campo. Los retos de la segunda mano: ante tanta proliferación de modelos de negocio y el imparable crecimiento del mercado, han ido surgiendo también algunos problemas de inventario y de falta de espacio para el almacenaje.
En el mercado de segunda mano las cuestiones operativas no son sencillas: se necesita mucha gente para clasificar las prendas que entran en la tienda (no todas ellas en buenas condiciones para la reventa). De hecho, recientemente The New York Times publicó un artículo en el que alertaba de la cada vez menor calidad de los productos que se venden en las tiendas de segunda mano.
La otra cuestión es qué pasa con las prendas que no se venden en este mercado. Muchas de ellas van a mercados exteriores y, aunque partan de donaciones, a veces acaban entrando en el circuito comercial. Con estas cuestiones por resolver, en todo caso el mercado de segunda mano aparece como una ola a la que sumarse si uno quiere dar respuesta a las nuevas aspiraciones de los consumidores. Porque, ahora, también es moda llevar cosas usadas.