Pablo Blanco
Profesora de la Facultad de Teología
Asus 95 años de edad, Benedicto XVI es uno de los papas más longevos de la historia. Su renuncia, hace ahora más de nueve años, supuso un acto revolucionario de alguien que era etiquetado como conservador. Fiel a una persistente agenda, las acusaciones de un informe pericial que intentan oscurecer la trayectoria del Papa emérito ante los abusos sexuales dentro de la Iglesia muestran que todavía tiene enemigos, tal vez porque tiene también muchos amigos. Sin embargo, esas acusaciones son poco coherentes respecto a su pensamiento, que promueve la necesaria purificación en la Iglesia. De hecho, con Juan Pablo II y Ratzinger comenzó la `Operación Limpieza´ en la Iglesia, en lo que a los abusos contra menores se refiere, y que ahora continúa con decisión Francisco.
Michael Hesemann señaló que, durante los cuatro años y medio que Joseph Ratzinger fue arzobispo de Freising y Múnich, no hubo ningún caso de abusos. Sí, él o sus colaboradores tuvieron el lapsus (después de cuarenta años) cuando afirmó que no había asistido a la reunión del 15 de enero de 1980. Allí rectificó y en las actas se aprecia cómo, con información incompleta (nadie le habló de los anteriores abusos cometidos por aquel sacerdote), el arzobispo Ratzinger le acogió en la diócesis de Múnich para recibir psicoterapia por problemas alcohólicos.
Siendo Prefecto de la CDF, Ratzinger empezó el proceso con Juan Pablo II para dirigir desde Roma estos casos.
Después, sin conocimiento ni autorización de Ratzinger, lo envían con un cargo a una parroquia. El 24 de enero de 2022, el Papa emérito envió una rectificación a través del arzobispo Gänswein. Esta información también se corrobora en la biografía autorizada del papa Benedicto XVI, escrita por Peter Seewald en 2010. Cuando el arzobispo Joseph Ratzinger asume el cargo de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en 1982, incluye la Instrucción Crimen sollicitationis de 1922 en el reformado Código de Derecho Canónico de 1983. Es decir, los crímenes por pederastia y abusos sexuales de menores por parte del clero.
En los años setenta del siglo pasado, el modo habitual de proceder era el ocultamiento de estas situaciones criminales, promoviendo tan solo desplazamientos de los sacerdotes. En 2001 estalla la investigación del diario Boston Globe sobre los abusos sexuales cometidos por sacerdotes en Estados Unidos. Ante este escándalo, los obispos norteamericanos preguntaron a Ratzinger si debían castigar internamente a los sacerdotes pederastas o hacer intervenir a la justicia civil. Siendo Prefecto de la CDF, Ratzinger empezó el proceso con Juan Pablo II para dirigir desde Roma estos casos.
Estableció que los sacerdotes que habían cometido abusos sexuales sean primero juzgados por un tribunal civil, según las leyes de cada país, y no solo por un tribunal eclesiástico ni después de un proceso canónico. Y que estas personas no podían ejercer como sacerdotes. Ratzinger dedicaba los viernes, día de dolores, que para él significaban un sufrimiento tremendo, a estudiar estos tristísimos casos. Durante el pontificado de Benedicto XVI, 400 sacerdotes dejan de serlo por estos motivos. Y, además, fue el primer Papa que se reunió con las víctimas de abusos sexuales por parte del clero. Para Joseph Ratzinger, el tema de la justicia ha sido central.
Se dio cuenta de la magnitud del problema y decidió actuar, asumiendo el riesgo que tenía frente a la opinión pública. Se ha jugado el prestigio y el pontificado al entrar a estos temas, como parece evidente. Tal vez lo de Vatileaks tenga que ver con las acciones que él emprendió en este ámbito. Este ha sido el último acto de una campaña de desprestigio personal contra su figura y su pensamiento.