Ramiro Pellitero
Profesor de la Facultad de Teología
Tres enseñanzas del Papa caben destacar, con tres palabras que, en efecto, merecen ser escritas en mayúsculas: Paz, Palabra y Misericordia.
Corresponden al mensaje para la Jornada de la Paz, el primer día del año, a la celebración del Domingo de la Palabra y a la Jornada Mundial del Enfermo. Resumamos las enseñanzas del Santo Padre con esas tres ocasiones.
El camino de la paz: diálogo, educación y trabajo El mensaje para la 55a. Jornada Mundial de la Paz (1-1-2022) se titulaba Diálogo entre generaciones, educación y trabajo: instrumentos para construir una paz duradera.
Ya Pablo VI afirmó que el camino de la paz tenía un nuevo nombre: el desarrollo integral del hombre y de todos los pueblos (cfr. encíclica Populorum Progressio, de 1967, n. 76).
El obispo de Roma recuerda que la construcción de la paz es algo que nos afecta a todos.
Sin embargo, todavía hoy, advierte Francisco, las guerras, las enfermedades pandémicas, la degradación del medio ambiente, etc., no han conseguido cambiar “un modelo económico que se basa más en el individualismo que en el compartir solidario” (n. 1 del mensaje de Francisco), sin escuchar “el clamor de los pobres y de la tierra”.
Al mismo tiempo, el obispo de Roma recuerda que la construcción de la paz es algo que nos afecta a todos, también personalmente: “Todos pueden colaborar en la construcción de un mundo más pacífico: partiendo del propio corazón y de las relaciones en la familia, en la sociedad y con el medioambiente, hasta las relaciones entre los pueblos y entre los Estados”.
Y propone para ello tres caminos para construir una paz duradera: “El diálogo entre las generaciones, como base para la realización de proyectos compartidos. En segundo lugar, la educación, como factor de libertad, responsabilidad y desarrollo. Y, por último, el trabajo para una plena realización de la dignidad humana”.
Tres caminos, por cierto, muy “andados” por el actual sucesor de Pedro. Ni el individualismo, ni la indiferencia egoísta ni la protesta violenta son soluciones. La actual crisis sanitaria ha traído, junto la soledad de los mayores, el sentimiento de impotencia y la falta de un ideal común de futuro, también la falta de confianza.
Pero también hemos visto ejemplos maravillosos de solidaridad. Es necesario el diálogo. Y “dialogar significa escucharse, confrontarse, ponerse de acuerdo y caminar juntos” (n. 2).
Esto es posible al unir la experiencia de los mayores con el dinamismo de los jóvenes. Pero se requiere nuestra voluntad, la de todos, para atender más allá de los intereses inmediatos, de los parches o soluciones rápidas, en favor de proyectos compartidos y sostenibles.
Los árboles sólo pueden dar frutos a partir de las raíces. Y esas raíces se fortalecen con la educación y el trabajo.
“Es la educación” (observa el sucesor de Pedro) “la que proporciona la gramática para el diálogo entre las generaciones, y es en la experiencia del trabajo donde hombres y mujeres de diferentes generaciones se encuentran ayudándose mutuamente, intercambiando conocimientos, experiencias y habilidades para el bien común” (ibid.).
Invertir en educación y fomentar la “cultura del cuidado”. Por eso es lamentable que, mientras aumentan los gastos militares, los presupuestos para la instrucción y la educación hayan disminuido considerablemente en los últimos años; siendo así que se trata de la mejor inversión, porque son “las bases de una sociedad cohesionada, civil, capaz de generar esperanza, riqueza y progreso” (ibíd., 3).
Se impone, por tanto, un cambio de estrategias financieras en relación con la educación, junto con la promoción de una “cultura del cuidado” (cfr. encíclica Laudato si’, 231).
Es importante lo que dice aquí el Papa: esa cultura puede ser el lenguaje común para un diálogo que rompa barreras y construya puentes.
Pues, como ha dicho en otras ocasiones, “un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación” (encíclica Fratelli tutti, n. 199).
Continuará…