sábado , 23 noviembre 2024
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Que la historia avance (II)

Lucas Buch
Profesor de la Facultad de Teología

Un día pasó por allí un oso y le preguntó por qué lo hacía. Él le contestó que así es como protegía la tierra: “¡Hay tantos seres vivos en la tierra! ¡Y tantos crujidos ahí arriba (sonido de rayos y truenos, cae una lluvia furiosa, sopla el viento). Si el cielo les cae encima, sería una inmensa desgracia, ¿no te parece? Así que levanto las patas para sujetarlo, por si acaso”.

El oso se ríe en su cara (lógicamente), y el pajarillo le contesta muy serio: “Vete de aquí, estúpido.… No has entendido nada”. ¿Qué es lo que no había comprendido?, porque a fin de cuentas, muchos hubiéramos tenido la misma reacción que el oso: “Aquí abajo cada uno tiene un cielo a su medida”.

Sí, es lo que habitualmente denominamos un zasca. Más adelante, Hadjadj lo comenta brevemente: el pájaro es minúsculo, pero tiene un corazón enorme. Por poco que haga, está haciendo más que el oso, que el águila o que el ruiseñor, que se limitan a cobijarse y ver llover. La vida del pajarillo tiene un contenido (un sentido, un motivo) que los otros no pueden ni soñar.

El pájaro es minúsculo, pero tiene un corazón enorme.

Esa posibilidad constituye uno de los rasgos más propios de la vida humana. Dicho esto, podemos volver sobre lo que apuntábamos antes: el tardeo de “fíjate-qué-mal-está-el-mundo” y la actitud de quien piensa que, en realidad, “eso-no-va-conmigo” y “total, ¿tú crees que importa que yo?”.

No es exagerado decir que la actitud que hay detrás de todo eso es un enemigo (sutil, pero no por eso menos terrible) de nuestra humanidad. Y no es exageración, pues cada vez que decimos (o pensamos) algo así frente a una pequeña decisión, estamos quizá desertando de nuestra humanidad, porque estamos despreciando la misión que podría darle forma. Una misión pequeña, sí, unos gestos insignificantes, tal vez, que podrían sin embargo contagiar a muchos, haciendo de nuestra pequeñez una auténtica pandemia de cambio.

Como la sonrisa contagiosa de la que habla Jesús Montiel en Sucederá la flor, que empieza en la fila del supermercado y sale a la calle, y entra en un autobús… y alcanza los límites de la ciudad. En definitiva, una misión tan pequeña que, en tiempos de mediocridad, podría convertirse en referente y motor de muchas otras. Insisto, lo que está en juego en todo esto es algo que nos hace propiamente personas.

Hay quien se contenta con bien-vivir: vestir bien, comer bien, pasarlo bien estar bien. Pero para estar bien bastaban las rocas. Para comer y pasarlo bien hubiera sido suficiente crear los pájaros del cielo. Para vestir bien no hacía falta más que los lirios del campo. Si hay personas en el mundo, es porque cada una de ellas ha sido llamada a la existencia para ser amada y para introducir una novedad en la historia. No tiene por qué ser una gran novedad, ni tiene por qué acabar impresa en libros de texto. Basta que acabe impresa en la vida de muchas otras personas, mientras la historia siga avanzando hacia su plenitud.

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