Ramiro Pellitero
Profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra
También nosotros podemos tener la tentación de rechazar el riesgo de la libertad. Y evoca el relato de “El Gran Inquisidor” según Dostoyevski. Sintetiza el Papa: “Cristo regresa de incógnito a la tierra y el inquisidor le reprocha que haya dado la libertad a los hombres”.
Es la tentación de pensar que “es mejor tener todo predefinido (las leyes que deben observarse, seguridad y uniformidad) más que ser cristianos responsables y adultos que piensan, interrogan la propia conciencia y se dejan cuestionar”.
Se trata, continuaba, de la tentación, en la vida espiritual y eclesial, “de buscar una falsa paz que nos deja tranquilos, en vez del fuego del Evangelio que nos inquieta, que nos transforma”. Pero entonces la Iglesia correría el riesgo de convertirse en un lugar rígido y cerrado, en una especie de desierto. Y esto, desde luego, no es atractivo, especialmente para las nuevas generaciones.
Les aconsejaba el Papa a los educadores y formadores eclesiales no tener miedo de formar a las personas.
Por eso, les aconsejaba el Papa a los educadores y formadores eclesiales no tener miedo de formar a las personas en la libertad interior y la confianza en Dios. Les invita a rechazar una religiosidad rígida, preocupada por defender la propia imagen.
2) Segunda palabra: creatividad. Y aquí Francisco proponía dejarse iluminar por los santos Cirilo y Metodio, faros luminosos en la evangelización de Europa. Como ellos, también nosotros estamos llamados a inventar, en las culturas, un “nuevo alfabeto” para anunciar y transmitir el mensaje cristiano, para la inculturación de la fe. “Y esto (señaló literalmente) “es quizá la tarea más urgente de la Iglesia en los pueblos de Europa.”
El sucesor de Pedro fotografía la realidad del país que le acoge, de una manera que se aplica a otros muchos otros lugares de Europa y Occidente: “Tenemos de trasfondo una rica tradición cristiana, pero hoy, en la vida de muchas personas, esta permanece en el recuerdo de un pasado que ya no habla ni orienta las decisiones de la existencia. Ante la pérdida del sentido de Dios y de la alegría de la fe, no sirve lamentarse, atrincherarse en un catolicismo defensivo, juzgar y acusar al mundo malo, no; es necesaria la creatividad del Evangelio”, sabiendo que “el gran creativo” es el Espíritu Santo, que es quien nos impulsa a ser creativos.
Insiste el Papa: Cirilo y Metodio desplegaron y sembraron esta “creatividad nueva”, también con las dificultades e incomprensiones que encontraron.
Continuará…