Ricardo Fernández Gracia
Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Da la impresión de que, dentro de los templos, se debió optar por su eliminación para no dar lugar a equívocos con un animal que se asimilaba con el pecado y el mal. La alegoría de la prudencia en una gran escultura del retablo de la Virgen del Camino de Pamplona, solo porta el espejo. Sin embargo, la del retablo baldaquino de Santa Ana de Tudela, ubicada en su ático, lleva una serpiente bien visible, en un programa dedicado a la exaltación de la madre de la Virgen, junto al resto de las virtudes cardinales que escoltan a la fe. Es obra de 1751, realizada por José Ortiz, encargado de la finalización de aquel proyecto, iniciado en 1737 por Juan Bautista Eizmendi.
Ni qué decir tiene que, entre los recursos gráficos y de oratoria ligada a los funerales regios, los significados positivos de la prudencia encajaron perfectamente para realizar los discursos laudatorios de los difuntos monarcas. Entre los emblemas conservados en el Archivo Municipal de Pamplona, estudiados por J. L. Molins y J. J. Azanza, encontramos a la serpiente en tres composiciones, dos correspondientes a las exequias de Isabel de Farnesio (1766) y una a las de Carlos III (1789).
Encontramos a la serpiente en tres composiciones.
En los de la mencionada reina, dentro de un programa ideado por el mercedario Juan Gregorio González de Asarta, con dibujo del pintor Fermín Rico, encontramos a un joven, con rostro melancólico, mordido en su corazón por una serpiente, para significar el dolor, en clara inspiración de la alegoría del mismo, según Cesare Ripa. En el segundo, se figura una serpiente entre piedras para significar la prudencia y el cuidado, fuera de la falsa adulación. En el caso del jeroglífico del rey, se dibuja una serpiente de cuerpo enroscado para significar la prudencia, astucia y la cautela, por lo que se le representa ocultando su cabeza bajo el cuerpo. De la actuación del animal, extraían los emblemistas y predicadores sus grandes cualidades: renovación y sagacidad (por el cambio de piel, aprovechando las hendiduras de las piedras), eternidad (cuando aparece en círculo), prudencia y astucia (en espiral).
La ejecución material correspondió a Juan Francisco de Santesteban, recogiendo el pensamiento del presbítero Ambrosio de San Juan y del dramaturgo y poeta Vicente Rodríguez de Arellano. Sin dejar el mundo de la simbología y la alegoría, podemos fijarnos en las cornucopias de estilo rococó de las sacristías de la catedral de Pamplona y de la parroquia de San Saturnino de la misma ciudad, para comprobar un mensaje único de la mano de sendos elementos.
Continuará…