Ricardo Fernández Gracia
Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Pinturas y esculturas conservadas en distintas localidades nos presentan, con gran realidad, serpientes bellamente policromadas, con los detalles de las escamas de su piel y su color, así como las cabezas en las que destacan sus ojos de mirada penetrante. En algunas pinturas y esculturas, la serpiente se enrosca en la luna inferior (escultura de fines del siglo XVII de las clarisas de Olite), a veces muerde la manzana (escultura de las comendadoras de Olite por José Ramírez, 1770, o los bordados aragoneses de los capillos de los ternos de las clarisas de Estella y las agustinas recoletas de Pamplona y los grabados de fines del XVIII).
En alusión a su veneno, acompaña a las copas de santos a los que se intentó envenenar, como san Juan Evangelista, San Luis Beltrán, San Juan de Sahagún o San Benito. En muchas ocasiones, la cabeza es de dragón. También acompaña a Santa Cristina, por los tormentos a que le sometieron sus verdugos con animales venenosos, víboras y áspides. En las visiones infernales, como la de la sacristía de Larraga, obra de Diego Díaz del Valle (1803), estudiada por I. Cacho, no faltan junto a otros dragones y monstruos. En esa composición y en los lienzos con el mismo tema de San Miguel expulsando al maligno, suelen aparecer enormes culebras junto a pintorescos demonios.
En relación con la lujuria, recordaremos la portada románica de Santa María de Sangüesa.
En sintonía con algunos vicios: lujuria y la discordia. El capítulo de la alegoría como personificación de vicios, virtudes, actitudes y aptitudes estuvo muy presente, de modo muy especial, en libros y grabados, aunque no faltó en relieves de sillerías de coro o retablos, e incluso en la escultura monumental desde la Edad Media. E. Aragonés estudió en su monografía la imagen del mal en el arte románico en Navarra, así como el origen y desarrollo del tema en el mencionado período, destacando los textos de Juan Clímaco, Etienne de Fougères o la visión de Alberico, que no solo reserva el castigo de sapos y culebras a las adúlteras y lujuriosas, sino que lo extendió a madres solteras y a aquellas que no quisieron amamantar a sus hijos.
Entre sus representaciones en relación con la lujuria, recordaremos la portada románica de Santa María de Sangüesa, de fines del siglo XII, en donde se encuentra en cuatro ocasiones, tres en las arquivoltas y una en la enjuta.
Continuará…