Luis Darmendrail
Docente de la Facultad de Arquitectura sede Concepción
La presión inmobiliaria promovida por las directrices urbanas ha sido tal durante las últimas dos décadas que hemos presenciadola desaparición sistemática de piezas de barrios, viviendas, edificios comerciales, centros educacionales, incluso, inmuebles industriales; todos, casos de interés y notables exponentes de varios momentos de la historia penquista que hoy podemos conocer simplemente a través de fotografías.
La lista de todos los edificios demolidos durante los últimos 20 años (y que no tienen que ver con el terremoto de 2010) es extensa y nos hace pensar en cómo se ha negado la trayectoria cultural local expresada en la arquitectura, la cual a veces no desaparece, sino también se interviene sin razonamiento crítico o técnico.
Podríamos como ciudad ser líderes en establecer vínculos temporales urbanos.
Son muchos los casos en Concepción de centros médicos, laboratorios, panaderías y comercios diversos que se han instalado en edificaciones sin tener un mínimo reconocimiento de los valores arquitectónicos preexistentes, alterando diseños y sin considerar siquiera un criterio básico de reutilización.
Ausencias e intervenciones mal concretadas… al fin y al cabo está todo relacionado. Si existieran políticas urbanas sólidas respecto a pensar una ciudad integrada, entre usos, tejido social, cultural, paisajístico y donde además la historia, la memoria y el patrimonio sean parte de los lineamientos, no tendríamos que lamentar las pérdidas arquitectónicas olas intervenciones que distan de ser aceptables.
Podríamos como ciudad ser líderes en establecer vínculos temporales urbanos en vez del borrón y cuenta nueva que se ha transformado en una solución sostenida, al igual que burdos ejemplos de arquitectura insulsa y apática que muy difícilmente se transformará en “recuerdos para el futuro”, sino más bien engrosarán la lista de ejemplos del mal que hicimos a una ciudad rica, variada y arquitectónicamente relevante.