Pablo Allard Serrano
Facultad de Arquitectura y Arte
Más allá del polémico anuncio de cierre de la fundición Ventanas de Codelco en Quintero-Puchuncaví, sin contar con un plan comunicacional o estrategia a largo plazo, esta valiente pero precipitada decisión demuestra la urgencia de enfrentar de manera integral los conflictos socioambientales en las mal llamadas Zonas de Sacrificio en Chile.
Pese a los avances que ha tenido este país en el campo de la conservación ambiental y generación renovable, gran parte de nuestra economía todavía depende de industrias extractivas, así como productos e insumos provenientes de actividades contaminantes o peligrosas.
En un contexto de crisis ambiental global, para el Estado chileno será condición necesaria incorporar escenarios de cambio climático y cuantificar los riesgos ambientales a la estabilidad financiera, así como incorporar la evaluación del capital natural y social en proyectos de inversión y conservación.
En conjunto con la Municipalidad de Quintero promueven una serie de proyectos que buscan rescatar el patrimonio urbano de la ciudad.
Si efectivamente existe la voluntad de Codelco y el Gobierno por avanzar en esta línea, es clave que en el más cercano plazo se presente, junto al plan de cierre de Ventanas, un plan de regeneración urbano-ambiental de su ahora exfundición.
Ejemplo a seguir es el recién anunciado plan de transformación de la antigua refinería de Galp-Energia, ubicada en Matosinhos, Portugal, para reconvertirla en un distrito verde e innovador que contenga viviendas, un campus universitario y un gran parque.
El consorcio, integrado por la destacada firma de arquitectos holandesa MRVD, la petrolera, el municipio y la Universidad de Porto, tiene como objetivo transformar la exrefinería en un distrito de innovación, una infraestructura verde que restablecerá la relación con el paisaje de dunas circundante, de gran similitud con el dañado entorno de Puchuncaví.
Por suerte para nuestras autoridades, replicar la experiencia portuguesa no debería ser tan difícil, ya que desde hace casi diez años existe la iniciativa Quintero Vive, una plataforma impulsada por ocho empresas públicas y privadas ubicadas en la Bahía, que en conjunto con la Municipalidad de Quintero promueven una serie de proyectos que buscan rescatar el patrimonio urbano de la ciudad, relevar su historia y proyectarla al futuro.
Pese a lo complejo del territorio y los desafíos ambientales que enfrenta, Quintero Vive ha podido avanzar modestamente en su implementación, en parte gracias a la escala pequeña de la ciudad y el compromiso de las empresas participantes.
El financiamiento de los equipos técnicos ha sido clave gracias al compromiso de algunas de las compañías, pero lamentablemente Quintero Vive no ha logrado crear nuevas estructuras o instancias técnicas de gobernanza y gestión.
Si el Estado chileno, como corresponsable del impacto socio-ambiental, realmente quiere comprometerse con estos territorios, es perentorio que se promueva un plan como el de Matosinhos, y que concurra a potenciar, financiar e institucionalizar este tipo de iniciativas de colaboración público-privada.