Miguel Nazar Daccarett
Director carrera Arquitectura – sede Concepción
Una ciudad es un sistema de múltiples dimensiones. Por una parte, se encuentran los elementos estáticos: las construcciones, los edificios, la infraestructura urbana, calles, parques y plazas. Por otra, una segunda dimensión se podría comprender desde los elementos en movimiento, principalmente asociados a la movilidad, como el transporte público, bicicletas o automóviles.
Incluso, hay dimensiones que no vemos ni percibimos, asociadas al subsuelo, en donde se encuentran redes de alcantarillado, eléctricas y otros servicios que abastecen lo construido. Hay una cuarta dimensión, la de los que habitamos esta ciudad. Esta dimensión es fenomenológica y da cuenta desde dónde una persona interpreta y se mueve en la ciudad, utilizando de un modo u otro las dimensiones diseñadas y planificadas.
Alejandro Aravena, en el libro Los hechos dela arquitectura, acusaba un descalce entre lo diseñado y la realidad, colocando como ejemplo la escalera del antiguo aeropuerto de Santiago que se convertía en el “último” o “primer” saludo hacia el pasajero que viajaba, como una “terraza gradería” que dejaba de ser escalera momentáneamente y se asomaba al corredor del primer nivel cuando la persona se iba a embarcar.
Para la arquitectura y el urbanismo hay una oportunidad muy importante.
Ese descalce entre la dimensión construida (la escalera) y el cómo se habita (terraza gradería), o bien, entre lo planificado y la realidad, se da muy cotidianamente, por ejemplo, en las huellas de un atajo en un parque cuando se altera el recorrido construido. A veces, se diseña un camino sinuoso, pero la voluntad del visitante por recorrer el camino más corto materializa una “línea de deseo”, una huella en el césped, una huella de realidad sobre lo diseñado.
En la ciudad contemporánea, y particularmente en la ciudad de Concepción (Chile), podemos encontrar una serie de intervenciones que varían momentáneamente el uso diseñado, algo así como líneas de deseo a escala urbana.
Cotidianamente, podemos ver en la Universidad de Concepción, en los corredores exteriores de algunos edificios, adolescentes bailando frente a los ventanales, un fenómeno sin duda interesante. Por una parte, se integra a la serie de lecturas sobre los posibles actos urbanos que presenta el parque de la UdeC, pero sobre todo por el reconocimiento que se da de estos espacios que no fueron diseñados para el baile urbano, sino más bien para recorrer.
Se reconoce una escala y protección por el techo del corredor, una condición acústica y, lo más importante, el reflejo, como cual gimnasio, pero abierto a la ciudad.
En una escala de barrio podemos encontrar el fenómeno de la feria, por ejemplo, en Barrio Norte, que convierte la calle Hugo Montriou en una gran feria de varias cuadras articulándose con otras calles y prolongando el comercio de los bazares hacia un verdadero “supermercado” callejero, peatonalizando la zona y convirtiéndola también en un paseo.
A gran escala, la indefinición del Parque Bicentenario ha permitido que se transforme en una explanada de “deseos” urbanos por excelencia para nuestra ciudad. La Feria Internacional de Arte Popular o el Festival Rock en Conce (REC) son íconos de cómo este espacio sin carácter se convierte en algo identitario, ya sea a través de los pabellones de exposición y venta de la Feria o el escenario y música del Festival.
Finalmente, la dimensión del habitante en su lectura, interpretación y uso de lo diseñado es determinante para dotar de carácter a espacios muchas veces indefinidos, subutilizados o que permiten extender sus usos habituales y así potenciar la identidad de un edificio, barrio o ciudad. Para la arquitectura y el urbanismo hay una oportunidad muy importante en abordar desde lo estático y diseñado la provocación de fenómenos y situaciones, como reflejo de un habitar contemporáneo, para que finalmente el habitante plasme sus deseos de vivirla ciudad.