Pablo Allard Serrano
Facultad de Arquitectura y Arte
Ayer se celebró en la Cepal el encuentro Hacia las Ciudades Circulares, donde la capital de Chile se sumó oficialmente a la Declaración de Ciudades Circulares de América Latina y el Caribe. Un compromiso voluntario de urbes tan diversas como Sao Paulo, Buenos Aires, Lima y Puerto Príncipe, presentando objetivos, acciones y compromisos para la transición de una economía lineal a una circular.
La circularidad no alude a la forma de la ciudad, sino que refiere a un modelo alternativo de crecimiento que busca disociar la actividad económica del consumo de recursos finitos.
Respaldada por la transición a energías renovables, el modelo circular crea capital económico, natural y social basado en tres principios: eliminar residuos y contaminación desde el diseño; mantener productos y materiales en uso, y regenerar sistemas naturales, con énfasis en los beneficios para toda la sociedad.
Una ciudad comienza a ser circular cuando se visibilizan y articulan los vínculos y sinergias entre los distintos sistemas que la conforman.
Una ciudad comienza a ser circular cuando se visibilizan y articulan los vínculos y sinergias entre los distintos sistemas que la conforman.
La energía, manejo de residuos, suministro y tratamiento de agua, congestión y transporte, paisajismo y arquitectura son sectores que tradicionalmente se planifican y operan independientes, manejados a distintas escalas sectoriales e institucionales, que finalmente llevan a la suboptimización.
La circularidad no es exclusiva de las grandes ciudades. Constitución, en la región del Maule, luego del 27F articuló un plan de reconstrucción sustentable PRES, que ha permitido que infraestructura como las tres piscinas municipales, y eventualmente colegios y otros servicios públicos, se calefaccionen con el calor residual de la planta de celulosa vecina.
En la Pintana, desde hace 25 años se recolecta el excedente de aceite de hogares, restaurantes y carritos de sopaipillas, para convertirlo en biodiésel.
Y su mérito no solo es ambiental, sino económico, ya que más de un 25 por ciento de la flota de camiones municipales se moviliza con biodiésel proveniente del programa. Además, tiene un valor social, ya que cada vecino de la Pintana se siente parte y colabora con el proceso.
Es hora de buscar, reconocer y visibilizar las oportunidades y esfuerzos que nuestras ciudades y municipios hacen por alcanzar una mayor circularidad y sumarnos.