Por: Analuisa Guillén Krische
Para recorrer cualquier camino, hay que tener muy claro hacia dónde se quiere llegar. Es decir, cuál es el objetivo de una gestión inmediata.
La claridad a la hora de definir quién, cómo, cuándo, y dónde se deben hacer las cosas, será la base para el análisis de los resultados y sus causas. También es importante la claridad para la prestación del servicio y las necesidades de los usuarios o personas a quienes se quiere llegar, pues esto permitirá establecer de forma concreta los requisitos para las acciones de trabajo; con esta base se pueden determinar funciones y responsabilidades, procesos precisos que sistematicen y orienten el trabajo de cada actor encargado de llevar a cabo el trabajo, conformar equipos técnicos competentes e integrados para un objetivo común y de vinculación clara; es básico para que se puedan alinear las acciones con un enfoque estratégico hacia los beneficios que se buscan en cualquier naturaleza de integración. Para este logro, se requiere de consistencia con la definición de procesos, productos, servicios con presupuestos idóneos, herramientas comunes y sistematizadas, para no perderse en el valor de la gestión.
El incumplimiento sistemático puede provocar que se pierda el tiempo y el interés en el enfoque de integración interinstitucional para cualquier plan de trabajo. Por lo tanto, mantener una comunicación efectiva dentro de las instituciones puede apoyar en que se mantenga la vinculación activa de los operadores y líderes para resolver de manera oportuna y conjunta cualquier inconsistencia que no se esté llevando tras el valor de la gestión que se planteó.
Es una gestión exitosa aquella que genere una cultura de trabajo con calidad, que esté definida por las características de servicio para hacer cumplir los requisitos de los usuarios a través de sus expectativas y el cumplimiento de las actividades institucionales asociadas en mente y corazón, con una disciplina constante de participación de todos en un modelo de integración respetable y consistente.