Hace 8 años, Érick Barrondo entró a la historia como el único guatemalteco en ganar una medalla en Juegos Olímpicos. La cita fue en Londres 2012, donde alcanzó la plata en los 20 kilómetros caminata, uno de los mejores momentos del deporte nacional.
Fue un instante de gloria, el cual sigue grabado en la memoria de miles de guatemaltecos que disfrutaron la transmisión por la televisión y lo vieron cruzar la meta en el segundo lugar, por detrás del chino Ding Chen, ganador del oro.
Barrondo terminó la prueba con un tiempo de 1:18:57, y con la euforia de poder subir al podio y ver ondear la bandera azul y blanco en el cielo londinense. Fue un momento que unió a un país y que llenó de positividad a la población, pues demostró que los sueños se pueden convertir en realidad.
Ocho años después, el atleta guatemalteco se mantiene vigente y con la ilusión de poder estar en los Juegos Olímpicos de Tokio, pospuestos para el próximo año, por la pandemia del Covid-19. Sería su tercera aventura, pues participó en Río 2016 donde terminó en el puesto 50, lejos de la expectativa del propio atleta.
Objetivo
“En un año espero estar representando a mi linda Guatemala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Haré mi mejor esfuerzo para que mi gente se sienta orgullosa de haber nacido en este país”, indicó Érick en un mensaje en sus redes sociales.
El seleccionado nacional sueña con volver a subir al podio en una justa olímpica. Está consciente que no es una tarea fácil, pero ha venido trabajando fuerte para lograrlo. En los últimos años se ha entrenado en España, junto a Mirna Ortiz, su esposa, bajo la dirección del exmedallista olímpico Francisco Paquillo Fernández.
Hasta el momento, Barrondo está clasificado por ranquin en los 50 kilómetros, pero necesita ratificar la marca para asegurar su presencia en Tokio. Sin embargo la pandemia del coronavirus retrasó la planificación, y ahora está a la espera de que las competencias vuelvan a la normalidad para continuar con el trabajo.
Mientras eso llega, el guatemalteco se encuentra entrenando en su tierra natal, en la aldea Chiyuc, San Cristóbal Verapaz, donde también ha buscado ayudar con víveres a personas de escasos recursos.
“A veces creemos que estamos pasando un mal momento, porque tenemos poco en casa o porque no tenemos lo que deseamos, pero debemos saber que hay gente que tiene casi nada y viven agradecidos con la vida y con Dios”, indicó el atleta después de ayudar a varios necesitados en las Verapaces.