El ejercicio de la libre expresión, por cualesquiera de los medios de comunicación que se utilicen, es un patrimonio de la humanidad y no se queda en cada ser que la ejercita. La libre expresión, como la de prensa, siguen siendo los grandes constructores del desarrollo humano, con muy pocas excepciones pero que, al final de cuentas, deben estar dentro de nuestros valores de tolerancia y otros valores sociales. En Guatemala, como en cientos de países, estas libertades se defienden hasta con la vida misma, pero en otros se restringe alarmantemente, de ahí que organismos como ONU, DDHH, Prensa Organizada, gobiernos abiertos con ideología propia y no importada –al menos que sea de beneficio colectivo– procuran mantener la cordura y tolerancia ante opiniones encontradas que pintan a resentimientos pasados o recientes. En mi experiencia siempre desde niño he sido un defensor inclaudicable de la libertad de expresión con respeto a los demás, a pesar de que he bregado en política y puestos públicos, pero esa formación se “mama” en el hogar y se pule en la sociedad. Mucho puede escribirse sobre la libre expresión y comunicación y, de algo ha de servir, aunque el pasado 3 de mayo fue el día especial de la misma, junto al día de la cruz. En este ATISBO llamo a la sociedad nuestra a una reflexión profunda y sincera para mejorar nuestros sistemas educativos, de comportamiento, de trabajo, de comunicación permanente y cultivar el más alto grado de TOLERANCIA, porque solo así podremos avanzar en una sociedad respetuosa de nuestra cultura ancestral y mutuo respeto. Ojalá y sirva de algo este esfuerzo opinativo que no tiene más intención que la de ayudar a ser mejores seres humanos y profesionales de las ciencias de la comunicación y