Este martes 13 de julio fue El Día Mundial del Rock, y recuerdo la primera vez que el rock llegó a mi vida. Tenía 7 años y sonó en una radio, a las 5:30. Mi hermano dejó prendida su radio con volumen bajo y los acordes me despertaron. Era como si tuviera que escucharlo, porque era una llave a otro universo y uno tenía, tenía que pertenecer él. A lo mejor solo era un delirio pero así se sintió. Joe Walsh y Don Felder repartían turnos, acordes y hacían llorar a sus guitarras. Joe, todo un rebelde, descolocado, maldito, insolente. Don con más talento, aplicado y disciplinado. Desde que tengo memoria, la batería de Don Henley me hipnotizó. Cuando llegó la parte final del solo de Hotel California, formé parte de ese club. En aquel entonces, no sabía cómo tomar aquello pero, aún sin saber la canción, me instalé en un universo jamás pensado.
The Eagles no es una banda representativa para lo que vino después, pero abrió la puerta y por ello les estaré agradecido. Otro de los acordes que entraron a mi vida destruyendo mis paredes mentales apareció en un infomercial de venta de colecciones de la Time Life. Fue una explosión con un sonido deformado. La batería sonaba como los pasos de un gigante y los acordes de Kashmir de Led Zeppelin aparecían en cámara lenta mientras Jimmy Page tocaba su Les Paul con un arco de violín y la voz de Robert Plant taladraba mis sentidos. Siempre quise esa colección, pero al recordarla me parecía muy limitada la cantidad de canciones. De la nada, siempre en el infomercial, un tipo aparecía de la oscuridad mientras se resbalaba arrodillado con su guitarra a toda velocidad y un rubio con el micrófono gritaba un alarido espeluznante, rompiendo guitarras y estallando el escenario. Es Rock N Roll, Baby. The Who es el rock sin duda y Won’t Get Fooled Again, un himno. No existe otra banda que me haya roto la cabeza. El ruido, la anarquía, el desparpajo, la rudeza, el esteroide, la libertad; al fin algo a que aspirar.
Soñé que algún día tendría una banda de rock y que practicaríamos en la terraza de mi casa.
Créanme, me puedo quedar aquí mostrándoles una lista de discos, guitarristas, grupos, gritos, solos, baterías, bajistas, pero creo que tener contacto con todo aquello a una edad temprana es algo que te marca para siempre.
Por mucho, soñé que algún día tendría una banda de rock y que practicaríamos en la terraza de mi casa, haciendo ruido y tocando covers de canciones que, a mi parecer, serían apropiadas para ensayar en cada presentación. Me imaginaba que al frente de mi casa habría una muchedumbre como de 2 mil personas, esperando toda aquella presentación.
Todo apuntaba a que algún día me volvería músico pero apenas si pude, simplemente no estaba en mi ADN. Hoy escribo de música y aunque no es tan gratificante como hacer música, explorar estos universos sí lo es. Buscar lo nuevo, revivir lo viejo, estallar mis oídos y tocar una guitarra con una escoba; pequeños placeres de la rutina. Ojalá sea en la otra vida.