Planeta Panamericana iba a ser el segundo aire del rock nacional, a principios del siglo XXI, y estaban destinada a ser la banda de las siguientes décadas. Apareció en los medios nacionales con ese sonido provocativo y, de pronto, como vino se esfumó, directo a la alerta de los desaparecidos.
Este quinteto de veinteañeros se formó allá por 1999, luego del anuncio de un apocalipsis informático mundial que nunca sucedió. A Planeta Panamericana, según dicen, se le vino encima la indiferencia de las disqueras; después, la pérdida de su bajista Rafael Dávila y así, lentamente, se convirtió en una leyenda urbana. Los integrantes se diluyeron en la jungla guatemalteca, entre la música y profesiones para sobrevivir.
Hace poco busqué si tenían redes sociales y, de lo que se puede ver, están casi todos los integrantes, Raúl Castañeda, en la voz; Juan Pablo Perea, en la guitarra; Alejandro de Palma, en el bajo, y Luis Ortega, en la batería.
Aquel disco se inicia con Mentirosa, una fusión de rock y funk con varias velocidades. Es un vómito luego de la traición, con letras viscerales que golpean cada nota. Fucsia, turquesa y marrón nos envuelve con ese bajo. Una letra que abarca una paleta de sentimientos de amor.
Ella ahonda en la descripción de una femme fatale que ha sido de muchos, pero nunca del que más la ama: “Ojos que derraman mil diamantes / Hay nieve en su nariz / Su risa un arma mortal”.
“Planeta Panamericana aún se mantiene fresco. No ha envejecido en lo absoluto.”
La herida es una continuidad de Ella; es decir, las consecuencias de ese embelesamiento. Ven, explórame es una balada rock sobre el orgullo para esconder la herida. La brisa es una mezcla de ritmos latinos con un coro intoxicante.
No te atrevas parece la descripción a manera de profecía de lo que vendría con el correr de los años. Una sociedad que se devora entre sí, donde el amor es una maldición más que una salvación. “En nuestra mente insanidad temporal / Órbita erótica, ciberespacial / Enfermedad y selección natural / Burlar la paz con la guerra espiritual”.
Los perseguidos es otra de las mejores del disco. Un discurso a favor de los que huyen de gobiernos que extinguen la pobreza con la muerte de sus connacionales, porque pueden hacerlo. De nuevo esa fusión de ritmos latinos: “Llevo en un saco conmigo todo lo que tengo / Son mis tesoros los días y noches mi suburbio cruel / El viaje paisanos, vecinos y nuevos amigos / Olvidamos que somos por siempre / Los perseguidos”. Es conmovedora.
Nadie te ve es un corte roquero, con frases esquizofrénicas y delirios mentales que invocan sombras. Follen termina este gran viaje.
Planeta Panamericana aún se mantiene fresco. No ha envejecido en lo absoluto. Esa visceralidad continúa potente, acompañada de un enfado adictivo que como polvorín corre hacia la explosión orgásmica. Veinte años que no son nada y solo se extraña lo que no se hizo. Aún así, regresó con un nuevo sencillo llamado De esta enfermedad, y la bienvenida es rotunda.
