Considerado como uno de los clásicos más famosos sobre el crimen organizado, Goodfellas (Buenos Muchachos) está al lado de películas épicas como The Godfather I y II. Es casi una bastarda tercera parte de El Padrino, que empujó al charco a Scarface para ocupar su lugar.
La película es un potente relato de la mafia criminal en Nueva York, acerca de un chico del vecindario que quiere ser un gánster y ser parte de algo grande. De niño, aprende dos mandamientos que lo mantienen vivo: “Siempre ten la boca cerrada y no delates a tus amigos”, que bien podrían incluirse en las máximas aperladas que contiene El Padrino.
Goodfellas es un vórtice narrativo y trepidante, con imágenes violentas que exaltan la ferocidad de sus personajes en la curva vivencial de cada uno de ellos. La película, dirigida por Martin Scorsese, es un compendio de secuencias que muestran la justicia gansteril casi gloriosa, escoltada por una banda sonora épica propia de las mejores canciones del rock ‘n’ roll.
Uno los grandes aciertos es el diálogo entre los personajes, en el cual se percibe la pólvora que corre en cada uno de sus pensamientos. El humor negro y psicópata que se usa en esa cotidianidad transmite a la perfección las consecuencias de dar un mal paso o cruzar una mirada con uno de los mafiosos. Otro triunfo son las actuaciones de Joe Pesci, Robert De Niro y Ray Liotta, que son electrizantes.
Scorsese alentó la improvisación en buena parte de la película. Un ejemplo es la escena I’m funny how, que lentamente pasa de una anécdota divertida a un suspenso aterrador. Hill (Liotta) le hace un cumplido a DeVito (Pesci), por su manera graciosa de contar una historia. DeVito insiste en “¿cómo divertido, como un payaso?”. De pronto hay un juego de miradas entre los actores secundarios, que están alrededor y a punto de huir. DeVito pregunta: “Dime, ¿cómo divertido?”. Hay un silencio de cinco segundos, que bien podría ser el tiempo en que sucede un infarto. Contamos 1, 2, 3, 4, 5. “Vete al carajo, Tommy”, dice Hill y nos regresa el espíritu, entre risas y alivio.
Es difícil no quedarse enganchado a la televisión cada vez que pasan este filme, incluso si lo empezás a ver desde la mitad. No lo recomiendo, pero me pasó a mí y, desafortunadamente, no lo dejé hasta que terminó.
Esta cinta llegó a mi órbita, luego de ver ambas partes de El Padrino. En las películas de Francis Ford Coppola se respira cine clásico de altos quilates, pero Goodfellas es clásico rock ‘n’ roll. Es bien extraño, pero el tema musical de El Padrino es inconfundible y, aunque Buenos Muchachos no tenga una canción, tiene lo que se asocia con éxitos musicales. Por ejemplo la parte instrumental de Layla, del grupo de Eric Clapton, Derek and The Dominos; o el uso que le dieron a Jump in the fire, de Harry Nilsson, cuando Hill huye de los helicópteros por toda la ciudad. Solo escuchamos algún tema y, de rayo, regresamos a la cinta con Pesci disparando a la cámara.
Goodfellas es una de esas películas que son vitales y necesarias de ver. Es anarquía, brutalidad, humor y ferocidad, en 2 horas y 26 minutos, que ni se sienten. El 19 de septiembre, este filme épico cumplirá 30 años. Veámosla de nuevo y enamorémonos del cine, de Scorsese y de ese brillante elenco.