Hoy inauguramos la columna Screen Freak, que pretende ser un espacio para hablar de películas, series de televisión y streaming, algo que está muy de moda en estos días en que ir al cine es una inversión. Los que me conocen saben que tengo una columna de música los jueves y ahora queremos aprovechar el espacio que gentilmente brinda Diario de Centro América y su editora de Artes, Priscilla León, para hablar del celuloide.
Empezamos con Temblores, cinta que Jayro Bustamante estrenó en los cines locales el fin de semana pasado. Bustamante es el director nacional más laureado de los últimos años, gracias al filme Ixcanul, que fue reconocido y premiado en festivales europeos y latinoamericanos.
Temblores cuenta la historia de Pablo (Juan Pablo Olyslager), quien enfrenta las consecuencias de confesar su homosexualidad, y debe escoger entre su nuevo estilo de vida, y sus hijos y a su familia.
La ofensa que representa dejar a su esposa Isa (Diane Bathen), por otro hombre, Francisco (Mauricio Armas Zebadúa), sirve de pretexto para iniciar una guerra psicológica y legal, con el fin de que Pablo odie su elección. En medio del conflicto, su familia lo condena y desea evitar a toda costa la vergüenza social.
La estrategia, compuesta por demandas, coacciones, prohibición de ver a sus hijos y despido laboral, encauzan al protagonista a un retiro religioso a suerte de campo de concentración. En este, comparte el tormento con otros “enfermos”, que desesperadamente quieren curarse.
Somos testigos del drama en calcos victorianos que empujan a que Pablo recupere su “condición de hombre” y vuelva a ser bienvenido como hijo pródigo a la normalidad de una familia que vive de apariencias.
La película no especifica qué religión es la que hace estas terapias que curan la homosexualidad. Mas, las opciones que muestra producen en el espectador sentimientos que van desde las risas nerviosas, hasta la indignación, por el infundado salvajismo de los “métodos científicos” empleados ante la tardanza de Dios.
Temblores muestra el lado obtuso de la religión y el egoísmo utilizado por los creyentes, al no buscar la felicidad del otro sino su fracaso. Para ello se vale de un entramado histriónico compuesto de gritos, ademanes y cánticos, con el único fin de invocar a un dios que favorezca al tradicionalismo más anacrónico y para el cual hace de oídos sordos.
Esta manipulación de creencias y el uso del nombre de Dios en vano se ha puesto de moda en trópicos como este, en el que los acomodados buscan vanagloriarse como clase iluminada sobre la miseria del otro y hacer su voluntad sin cuestionamiento alguno. Este es sin duda el mensaje que tiene más resonancia en Temblores y con el que nos quiere dejar Bustamante.
Se rescata la elocuencia de los diálogos con los que la película navega al hacer sentir incluido al espectador en esta familia disfuncional. Hay una fotografía bien cuidada con secuencias contemplativas. El uso de silencios es algo a destacar en escenas que son de alto nivel dramático.
El filmerefleja a una sociedad guatemalteca altamente conservadora de moral cuestionable, que en la oscuridad de un cuarto puede ser la más perversa. Temblores es un triunfo.