El principio de la década de 1950 fue difícil para los cómics de superhéroes. Las cosas venían mal desde el fin de la II Guerra Mundial, pues el público se había volcado a otros géneros de historietas, prefiriendo los títulos que versaban sobre detectives, historias bélicas, westerns o romance. Especialmente populares entre la juventud eran los títulos de crimen y horror publicados por la editorial EC Comics: Tales From the Crypt, Vault of Horror, Haunt of Fear, Crime SuspenStories, entre otros.
En eso el doctor Frederic Wertham publicó su infame libro Seduction of the Innocent, en el que acusó a los cómics de tergiversar las mentes infantiles con todo tipo de mensajes subversivos, propiciando la delincuencia juvenil. Que el título fuera especulativo y sin un sólido respaldo científico no fue impedimento para ser un éxito de ventas, y predisponer a la opinión popular en contra de los libros de historietas.
Hasta ese entonces la industria de los cómics había sido como el Viejo Oeste, sin ningún tipo de leyes o regulaciones. Pero, al ver el cariz de la situación, los empresarios decidieron crear un ente regulador que llamaron la Comics Code Authority, y se encargó de verificar que todas las historietas publicadas se ciñeran a un estricto código. Por supuesto, al purgar las historias de todo elemento controversial, el resultado fue blando, inofensivo y poco interesante. Era el fin de una era.
Como producir títulos de crimen y horror era súbitamente muy complicado debido a las restricciones y la censura, el editor de DC Comics, Julius Schwartz, decidió probar suerte reinventando a algunos superhéroes para adaptarlos a la era espacial. Schwartz no era el primero en intentar revitalizar el género. Ya otros lo habían hecho sin éxito desde 1951, con personajes como Captain Comet, Rocket Man y Fighting American.
Pero Schwartz era un aficionado a la ciencia ficción, y decidió incorporar elementos científicos en sus personajes. Así fue como, en 1956, el científico policiaco Barry Allen se vio transformado en el bólido llamado Flash, tras haber sido bañado en un montón de químicos de su laboratorio y, tres años más tarde, el piloto de pruebas Hal Jordan fue convertido en el policía espacial Green Lantern, gracias a un anillo alienígena de tecnología avanzada.
A diferencia de los héroes de generaciones previas, el origen de sus poderes era explicado a través de la ciencia y no con magia o misticismo. Ambos títulos fueron un éxito total y lograron lo que muchos otros no habían podido: volver a hacer populares a los superhéroes.