Hace unos años me metí en problemas por decir mi opinión acerca del Premio Nacional de Literatura a un medio de comunicación. Dije que debería espaciarse la premiación para darle chance a los escritores activos a desarrollar su carrera. Esto porque se supone que se galardona “al conjunto de la producción de un autor o autora, en consideración de su calidad y aporte al desarrollo de la literatura guatemalteca”.
Según yo debería darse cada 4 años con un reconocimiento en metálico más alto, creo que mencioné Q200 mil (sumando los Q50 mil que actualmente se dan de manera anual). Y además opiné que en los años intermedios debería promoverse y distinguirse la creación de autores jóvenes, y no tan jóvenes, para que así vayamos “cultivando” a esos premios nacionales.
Fui muy criticada y hasta la fecha veo ciertas miradas de reproche. Se dijo que eso era no valorar a los autores y que el dinero, aunque poco, se podría perder si no se entrega y, lo más escandaloso, que no eran “narcos” para estar dando más dinero a un escritor. En fin, a veces decir lo que se piensa no es bien recibido por todos.
Todo esto vino a mi mente, porque hace unos días la Universidad del Valle de Guatemala (UVG), para celebrar los 10 años que lleva invitando a un autor nacional a que hable con los estudiantes, realizó la actividad Conmemoración y celebración de la literatura guatemalteca.
Uno de los oradores, no digo su nombre porque no le quiero acarrear los mismos problemas que yo tuve, dijo con otras palabras casi lo mismo que yo pienso acerca del máximo galardón a las letras. Agregó otra idea que me pareció genial: que en lugar de un solo y escuálido galardón, se entregue una
pensión vitalicia.
Sería reconocer a un escritor, pensador y ciudadano guatemalteco que haya aportado con su obra y su vida a la literatura del país, que haya marcado un precedente con su estilo y que incluso haya iniciado escuela. Alguien que haya invertido décadas en promover no solo sus propias letras sino la de otros escritores, motivando a los jóvenes a leerlos y también a escribir. Como afirmó este orador en el evento de la UVG, esos personajes no abundan y hay que darles tiempo y condiciones para surjan. Cuando el premio fue creado, en 1988, por suerte, había muchos autores sobrevivientes de épocas de represión y muerte a quienes premiar. Pero, actualmente, en un país que no apoya a sus literatos, en que la industria editorial es incipiente y la gente no lee, me parece obvio que primero debemos apoyar la formación y difusión de los escritores.