Muchos escritores que conozco no tienen trabajo remunerado y están, bueno, estamos, haciendo malabares para subsistir. Esto incluye a gente de toda edad, tanto experimentados y laureados, como más jóvenes. Es una lástima porque eso desalienta a cualquiera, pareciera que la sociedad no los valora.
Claro, en países como el nuestro el desempleo es generalizado y afecta a personas de todos los campos y profesiones. Desde allí empieza el problema que se agrava cuando los estudios hechos no suelen ser adecuados para la poca oferta de trabajo que hay.
Es triste decirlo, pero es una desventaja haberse preparado en un campo que no es “rentable”. Un escritor puede trabajar de conferencista, profesor, traductor (si por suerte habla otro idioma), asesor de trabajos académicos, corrector de estilo, bibliotecario, periodista. Sin embargo, no es que abunden estas oportunidades y hay profesionales de esos campos listos para aplicar.
Puede ser que haya un proyecto literario interesante que surja y con presupuesto, pero suelen ser temporales. Luego a seguir buscando. Lo que sí abunda son los trabajos que quieren que uno haga de gratis, lo cual es muy ofensivo porque también somos profesionales que merecemos una remuneración siempre. Apuesto que nadie le pide a un arquitecto que diseñe una casa así de buena onda, o a un abogado que haga una escritura para darse a conocer.
Me gustaría hacer una campaña para invitar a los que están en posición de dar empleo a que les den una oportunidad a los escritores, o artistas en general. Se sorprenderían de lo que pueden aportar, pues aunque puedan parecer algo raros, son personas sumamente creativas.
Una sociedad necesita de escritores que den cuenta de su realidad, que dejen testimonio. Su trabajo es muy importante. Por eso hay que evitar aconsejarles que se dediquen a otra cosa. Qué bueno sería que hubiera incentivos para poder producir obras sin morirse de hambre, cosas como becas o residencias, que se ven en otros países. Pero eso es una utopía. Aquí lo que veo son a grandes talentos que apenas tienen para comer, no digamos para cuidar la salud que, es evidente, es un lujo.
Los que vienen atrás y apenas están empezando este camino seguro ya toman nota de esta situación. Muchos tirarán la toalla, pero otros serán precavidos y se procurarán carreras diurnas que les den cierta estabilidad, dejando la escritura como una actividad nocturna y hasta culposa.