“Margarita Carrera no era solamente una artista e intelectual, era una verdadera humanista.”
Es natural que cuando empezamos un trayecto sintamos admiración, y hasta devoción por quienes ya lo han transitado con éxito. Las huellas que han dejado son la invitación para comenzar a caminar.
Cuando soñaba con ser escritora iba a las actividades literarias con mucha ilusión y miraba de lejos a los autores ya publicados y reconocidos. Para mí eran lejanos, intocables.
Al fin me atreví a hablarles y encontré de todo. Algunos me miraban como una fan ante la cual desplegar sus hazañas. Otros confundieron la admiración con otra cosa y quisieron aprovecharse de mi ingenuidad. Incluso hubo algunos que querían persuadirme de entrar en los círculos literarios, ya sea porque era muy difícil para alguien como yo, es decir, una mujer, o porque prácticamente ya “estaban cabales”.
Recuerdo especialmente cuando me armé de valor para hablarle al escritor que yo más admiraba, de quien me sabía poemas de memoria y había leído toda su obra. Creo que me acerqué con demasiada solemnidad, le hablé con emoción y él me contestó muy mal, hasta me insultó.
¿A qué viene todo esto? Que conocer a Margarita Carrera fue una experiencia diferente. Cierto es que yo ya no era una jovencita ingenua; es más, llegué a entrevistarla con 8 meses de embarazo. Me habían mandado del periódico en el que laboraba.
A esas alturas ya había desarrollado cierta indiferencia ante los egos y malas actitudes de intelectuales y artistas. Ya no les ponía sentimiento, era un trabajo y lo hacía de manera rápida y eficiente.
Llegué a la casa de Margarita con los pies hinchados y evidentemente cansada. Ella publicaría un libro nuevo y debíamos hablar de su carrera. Pero, fue como visitar a una amiga, ella se identificó conmigo, una mujer trabajadora y sencilla. Fue realmente algo edificante e inolvidable.
Estuve allí mucho más tiempo del que debía. Salí no solo con la entrevista asignada, sino con muchos consejos de todo tipo, y hasta con el teléfono de la que sería la niñera de mi hijo.
Me emocionó ver que alguien de su talla, de su grandeza, tuviera esa capacidad de empatizar con todos. De ahí en adelante admiré no solo su importante trabajo, además, quise aprender de su naturaleza humana.
Margarita Carrera no era solamente una artista e intelectual, era una verdadera humanista, una mujer completa que vivió plenamente y tocó muchas vidas.
Perderla es una gran tristeza, pero queda su obra, su legado y sus enseñanzas. Ojalá sigan surgiendo escritores como ella en todos los sentidos. Autores que no solo desarrollen su creación, sino, además, tengan la sensibilidad de ser faros para los otros que vienen quizá batallando en la oscuridad.