“Hay que hacerles saber a esos jóvenes que no es como lo ven en las películas o en la televisión. Lo romántico, bohemio o emocionante se lo ponen los guionistas.”
Se dice que cada persona trae una vocación, y encontrarla puede hacernos la vida más feliz y útil a la sociedad. En países como este, descubrir que nuestro camino es el arte, en la mayoría de los casos, es algo difícil de afrontar. ¿Por dónde empezar?
Cuando uno habla de literatura con jóvenes, siempre piden consejos sobre cuál es el camino a seguir si se quiere ser escritor. Y ahí está uno con su sonrisa más diplomática, con mil cosas en la cabeza. Se tiene ese dilema tan triste: ¿debemos decirles la verdad y desanimarlos totalmente? o ¿debemos darles una versión optimista de lo que les espera?
Generalmente, doy una respuesta que combina ambas cosas, porque, de todas maneras, está claro, quien será escritor lo será a pesar de las advertencias. No me malinterpreten, no es que el arte sea una carrera horripilante; por el contrario, es muy gratificante, pero las oportunidades que existen en Guatemala son mínimas.
Para empezar, hay que hacerles saber a esos jóvenes que no es como lo ven en las películas o en la televisión. Lo romántico, bohemio o emocionante se lo ponen los guionistas. La realidad, incluye mucho trabajo y persistencia sin la certeza de que se tendrá éxito.
A mi marido le toca hablarles a jóvenes músicos todo el tiempo. Este campo también parece estar viviendo un mal momento, a menos que tu género sea el urbano (reguetón) y la cumbia. ¿Cómo decirles a esos chicos que estudian a conciencia su instrumento y entrenan su voz, que las posibilidades de éxito se reducen a tocar en bares y hacer grabaciones que no sonarán en la radio?
Claro, ellos están esperanzados con que nuevos canales de comunicación, como las redes sociales, están de su lado. Sin embargo, en la práctica vemos que son los medios tradicionales los que saturan el mercado con sus “productos”, dejando poco para los demás.
Igual pasa con un escritor, principiante a quien conseguir que una editorial le publique y distribuya sus libros puede parecerle casi imposible. Tendrán que hacer uso de blogs, publicaciones digitales y revistas para darse a conocer. La posibilidad de ganar un concurso, y así llamar la atención es casi inexistente, porque certámenes como el BAM Letras y Monteforte Toledo ya no existen.
Quizá habría que decirles también que, a menos que tengan otra profesión que sea rentable, deben ir aprendiendo a ser “minimalistas” y a vivir con poco o nada. Guatemala se vanagloria de tener escritores como Miguel Ángel Asturias, pero ¿qué estamos haciendo para que la tradición literaria no muera, para promover a los nuevos creadores?