De esta generación de escritores estadounidenses de la talla de Thomas Pynchon, Cormac McCarthy, Matthew Pearl, Don DeLillo tiene un lugar especial en mi biblioteca y por supuesto, en mi consciencia.
Escritor nacido en Nueva York en 1936, ganador de múltiples premios en Estados Unidos. Algunas veces cuentista, otras dramaturgo, DeLillo es autor de memorables novelas, entre ellas Fascinación (1978), Libra (1988), Mao II (1991), Submundo (1997) y Zero K (2016).
En esta ocasión, quiero referirme a Ruido de fondo (1985), publicada por la editorial Seix Barral, en su primera edición al español, en 2006. Traducida del inglés por Gian Castelli, con 431 páginas, tiene una tapa dura, con un dibujo de una lata de sopa Campbell, en la que la envoltura está rota.
Esta es una novela ubicada en el centro de EE. UU. y tiene como protagonista a Jack Gladney, un catedrático universitario de estudios nazis. Casado cuatro veces, este profesor comparte la vida con Babette, una mujer que atraviesa la decadencia y que al mismo tiempo anda en la búsqueda de la perfección. La pareja además vive con los hijos que han tenido en diferentes y anteriores matrimonios.
Como una típica obra apocalíptica, es decir que se anticipa a un posible final de la humanidad, a un hecho cataclísmico, en esta novela existe una explosión que arroja una nube química, producto de un accidente industrial. Con el paso de las páginas, la situación de la nube se va volviendo caótica, de tal manera que desata una neurosis colectiva.
Como otras novelas de este genial autor, este texto no se escapa de la crítica a la televisión, Internet y los medios de comunicación. Se aborda la influencia que ejercen en la sociedad, una sociedad sin mucha crítica, y que se traga todo lo que de ellos sale. Por ejemplo, en una de las escenas el profesor Jack viaja en auto con uno de los pequeños. Está fresco el clima, pero el niño le dice al padre: “Pon los parabrisas, pues está lloviendo”. Evidentemente no cae lluvia, pero el padre, trata de saber por qué el chico dice eso. Entonces le pregunta, mientras el infante le vuelve a pedir que los ponga. Finalmente, el pequeño le responde al padre, que en la radio dicen que está lloviendo y por eso debe poner los parabrisas.
Aunque el libro está lleno de pasajes como el anterior, este refleja mucho a una sociedad que vive de lo virtual. Es decir, la referencia no es la realidad, sino una red del Internet, por ejemplo.