sábado , 23 noviembre 2024
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¿Perfecta, la Cumbre?

Me atrevería a decir que no lo fue –que nada de lo humano es perfecto pero, dada la falta de señalamientos y de críticas–, conociendo el pie del que cojeamos (el ensalzamiento de lo extraño y la denigración o, al menos, infravaloración de lo nuestro) me inclino a creer que, si no perfecta, debe haber estado, por lo menos, muy cerca de serlo.

Me refiero a lo que como protagonista –país anfitrión– correspondía a Guatemala en esta Cumbre, su organización, su ejecución y, en general, a cuanto implicaba realizarla, con todos sus detalles –empezando por el aseguramiento de la afluencia de los Estados miembros, al máximo nivel–, así como a lo que fue toda la participación de nuestra parte, incluidos el discurso inaugural y nuestra actuación como una delegación más, al igual que las otras, los agasajos protocolarios y las reuniones sustantivas; excelencia que incluye a todos nuestros mandos, desde el Presidente de la República, Canciller, viceministros y ministros de Estado, hasta quienes tuvieron a su cargo la limpieza. Todo al centavo, como debía ser, en tiempos y en espacios.

Guatemala, la anfitriona, espléndida como tal, certera y eficiente.

Si se hubiere dado el más mínimo error, este se hubiera subrayado e, incluso, magnificado pero, por lo visto, no lo hubo, algo que no puede atribuirse a la fortuna
–la que siempre influye, ¿por qué negarlo?– sino al denodado esfuerzo que fuera por todos realizado, esfuerzo que incluye el de autoridades anteriores, conseguida la sede para Guatemala en la Cumbre celebrada (se celebran, ahora, cada dos años) en Cartagena de Indias, Colombia, en 2016: las autoridades pasan, pero el Estado permanece y de allí la importancia de las políticas de Estado que trascienden los gobiernos y que, por su continuidad, alcanzan resultados.

Importante la decisión de hacerla en Antigua Guatemala y –de Antigua– en el Convento de Santo Domingo Hotel Centro de Convenciones y de Actividades Culturales, plenamente capacitado para albergar eventos de esta índole, al máximo nivel.

La logística de seguridad, de recepción y del albergue, de estadía y de participación, de apoyo técnico y de comunicaciones, de conclusión y despedida tal y como pasa con las Direcciones Generales de Protocolo en todos los países –en todo momento– en la cuerda floja. Si todo perfecto, ningún mérito, pero cuidado con que se produzca el más mínimo error. ¡Ejecución con guillotina! Concluyó la Cumbre y la calificación para Guatemala, sobresaliente, siendo justo que señalemos nuestro mérito, desatando el cordón que nos lleva tan sólo a señalar lo malo pero, jamás, a reconocer lo bueno.

El tema propuesto por Guatemala, también un gran acierto, fue el de una Iberoamérica próspera, incluyente y sostenible que, al final de cuentas, prosperidad e inclusión y que estas sean sostenibles, son lo que constituye la clave de todo.

El éxito, dicen, tiene muchos padres en tanto que es huérfano el fracaso, pero –curiosamente en el caso de la Cumbre– nadie se ha atribuido para sí el éxito obtenido, quizá porque, al final de cuentas, completo, como lo fue, trasciende de lo individual y pertenece a lo colectivo. Sin embargo, justo es que recordemos a quienes consiguieron que este se alcanzara y que, sin citar nombres, fueron ya citados.

No quiero concluir esta columna sin hacer referencia a lo que constituyen estas Cumbres Iberoamericanas y que no son más –pero tampoco menos– que un espacio común –Iberoamericano– España, Portugal y los países americanos de habla hispana y portuguesa, para la concertación política y la cooperación entre nosotros.

El recorrido de estas Cumbres no ha sido fácil y faltaba en estas un órgano permanente que les diera continuidad, al máximo nivel ejecutivo –la Secretaría General Iberoamericana–, órgano que no empezó a funcionar sino hasta en el año 2005 (las Cumbres se iniciaron en 1991) y del que es titular, actualmente, Rebeca Grynspan, ciudadana costarricense de altos quilates.

El camino por recorrer apenas si empieza a recorrerse, y no podemos sino hacer nuestros mejores votos porque lo hagamos juntos. En un mundo tan competitivo bueno es que sepamos competir, preservados principios y valores: la lengua como lo dijera Don Miguel de Unamuno (castellana y portuguesa, agrego) es sangre.

Otro país en el mundo también tiene una de nuestras lenguas como idioma oficial, el castellano, Guinea Ecuatorial, en África, siéndonos común no sólo su lengua, sino parte de nuestra historia, parte que fue, en su momento, del Virreinato del Río de la Plata unido pues a Iberoamérica, por lengua y por historia, un país que bien valdría la pena que se encuentre entre nosotros.

Y cierro: Felicitaciones a todos los guatemaltecos que hicieron posible el éxito de la Cumbre celebrada –a falta de errores–. Todos (tal uno de nuestros males ) en muy bien ganado anonimato.

¿seremos capaces, algún día –tal y como señalamos los errores– de reconocer algún acierto?

¿No nos damos cuenta del daño que nos hacemos, por no hacerlo?

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