Como gallina sin cabeza, todas las inquietudes de cambio –para el caso que de verdad sean genuinas– no conducen –faltas de dirección y de propuesta, esto resulta inevitable– sino a la repetición de lo mismo.
Demasiada pasión, demasiadas las descalificaciones personales, demasiados los renovados e inconsistentes dogmas y –por el contrario– demasiado escasos la reflexión y el pensamiento. Demasiado oportunismo, demasiados vestiditos de primera comunión que en nadie lucen. Demasiado el malinchismo y demasiados los dedos acusadores, señaladores de la paja en los demás y olvidadizos de su viga. Demasiado bla, bla, bla, para caer en lo mismo: ¿Buenecitos que vienen a reemplazar a los malos? ¿La misma canción de la rockola y la misma cantina? ¡Por favor! En el próximo enero, nos encontramos ya a cuatro meses, se estarán convocando las elecciones generales, la última fecha para convocarlas, el domingo 20 de enero.
¿No habíamos caído en cuenta? Cuatro meses los que faltan y, cuando se convoquen –me duele reiterarlo– volverá a pasar lo que ha pasado siempre: usted seguirá sin saber quién es SU diputado. ¿Qué democracia puede ser aquella en que los electores no saben, ni siquiera, quién les representa? ¿Quién es SU diputado?Y, lo que resulta más importante a estas alturas ¿Quién será, SU diputado? ¿Puede darse el parlamentarismo, la esencia misma de los sistemas democráticos, sin que sepa el ciudadano quién es SU diputado y, en consecuencia, quién le representa? Los partidos políticos ¿no lo sabía? volverán a encontrarse en la mismísima jauja (la de siempre) y, así, en sus venerables y transparentes manos, continuará el MONOPOLIO para la postulación de candidatos y los candidatos a diputado, como siempre ¡Brujo! serán aquellos que quieran los partidos.
¿Y usted? ¡Bien, gracias! también, como siempre, ajeno a cualquier incidencia sobre lo que llegarán a ser el presupuesto, las leyes y las más importantes decisiones nacionales. Grandes protagonistas de todo esto –lo hayan querido o no– protagonistas de que en enero volvamos a encontrarnos en lo mismo, son aquellos que no han llegado a comprender que la clave de nuestro sistema político incluye al Organismo Ejecutivo, a la Administración de Justicia, a los municipios y todas las demás entidades autónomas y a las entidades de control no jurisdiccional del ejercicio del poder (PGN,MP,CGC, PdH) se encuentra en el Congreso y que –en consecuencia– en tanto el Congreso no cambie –nada– absolutamente nada, al menos de fondo, podría cambiar entre nosotros (en manos del Congreso el presupuesto, las leyes y las demás decisiones nacionales de mayor trascendencia) y que el Congreso no cambiará si no cambia la forma en que se elige a los diputados que lo integran.
El Presidente de la República, con todo su poder, no podrá hacer sino ejecutar el presupuesto que define el Congreso y atenida a ese presupuesto, la labor de los jueces, labor, la de los jueces, que no podrá hacer –además– sino aplicar las leyes que el Congreso emita y si malas las leyes, malas serán las que se apliquen. Olvidados de este pequeño detalle, la Comisión Internacional contra de la Impunidad en Guatemala (CICIG) y la acusación penal –así como la clac mediática– distrajeron nuestra atención de lo esencial y, a cuatro meses de la convocatoria sin quererlo o queriéndolo ¡Vaya usted a saber! nos condujeron a lo mismo.
La Comisión, engolosinada en lo penal –es lo suyo– y arrastrada a lo que podríamos denominar “penal politizado”, variante viciosa de lo penal, sea por propia convicción o por presión de la clac mediática, nos distrajo de lo que a nosotros era mucho más importante: La posibilidad de alinear a todo el Estado en el estricto cumplimiento de sus funciones, el combate a la corrupción y el respeto por la vida, realizados. Nos importa, claro, la lucha contra la corrupción y, tras el debido proceso, el castigo de los responsables y –fundamentalmente– la recuperación del pisto, el pisto que es lo que finalmente importa a quienes hayan delinquido y, su recuperación, lo que también importa más a un país como el nuestro, con tantísimas carencias pero esa lucha, sin el Congreso, es poco menos que imposible: En sus manos –reitero– el presupuesto y las leyes.
Continuará…